El famoso Valle de los Altares es ideal para disfrutar de día. Enormes farallones naturales emergen de la tierra para deslumbrar a los visitantes.
Desde la ciudad de Trelew hay que recorrer la meseta hacia el oeste hasta atravesar el famoso Valle de los Altares, un lugar único cuyas características geográficas permiten hacer un viaje al período Jurásico.
Luego de recorrer 281 kilómetros por la ruta nacional nº 25, que bordea en gran parte el río Chubut, se llega hasta este singular atractivo turístico que para muchos es uno de los grandes premios que posee el paisaje patagónico.
Mientras se realiza el viaje, el visitante puede observar distintos lugares que fueron habitados por los primeros colonos de origen galés. Entre estas pequeñas ciudades se destacan Gaiman, Dolavon y el Valle de los Mártires.
El Valle de los Altares es una formación pétrea que se asemeja a gigantescos altares, de allí su nombre. Es difícil explicar con palabras la sensación que produce observar estos farallones. Las moles de piedra inmemorial resultan fascinantes para tomar fotografías e incluso filmar la inmensidad del lugar.
El valle presenta rocas de arenisca llamadas “clastros”, cuyos colores son rojizos con múltiples franjas naranjas, divididas por la corrosión y la erosión del agua y el viento. Su fisonomía parece la de tótems que miran al cielo, como si hubieran sido talladas por el hombre.
Los farallones adquieren distintas formas que juegan con la imaginación de los presentes, por eso muchos son bautizados por guías y locales con nombres que remiten a distintas figuras.
A escasos kilómetros de allí, un yacimiento de arte rupestre se halla bajo la custodia de la Dirección Provincial de Cultura. En él es posible apreciar, entre tantas otras, una pintura indígena de 93 por 53 centímetros, del siglo X, compuesta por pigmentos minerales amalgamados con materia orgánica.
Después de disfrutar este lugar, un sitio que también merece conocerse es la pequeña localidad de Las Plumas. Aquí, además de comer y relajarnos, es posible comprar algún souvenir de la región, como las puntas de flecha de piedra realizadas por los artesanos del lugar, descendientes de aborígenes tehuelches.