Estas formaciones enormes nos hacen sentir pequeños y están a nuestro alcance con solo caminar entre ellas; al amanecer y al atardecer son únicas.
Como todo lo que rodea Villa Unión, Banda Florida está enclavada en una zona de cerros bajos de fuerte color rojizo, a los que los vientos, ríos y lluvias le cambiaron la estructura a lo largo de los siglos.
Llegamos a esta pequeña población muy colorida, con casas de adobe, para encontrar un grupo de guías locales muy jóvenes que suelen acompañar a aquellos visitantes que desean conocer los secretos de los alrededores. Así fue como encontramos a Paola y Adriana, con quienes dimos una vuelta para conocer el pueblo y el paraje La Isla, y cruzamos el río Suri en auto.
A poco de andar, encontramos donde dejar el vehículo para emprender una caminata por el lecho seco del río, de un extraño color verdoso, y luego, por una ladera rocosa de fuerte coloración rojiza. El gran contraste tonal, que incluye además algunas piedras casi negras, se debe a diversos minerales que componen los estratos y que distinguen los distintos períodos de la era Paleozoica, así como del Triásico, en la era Mesozoica. Todo se asemeja a las tierras del Parque Nacional Talampaya, pero las proporciones son mucho menores y con poca vegetación. Durante el recorrido sentimos el silencio y también el sonido del viento, ambas sensaciones muy agradables.
Mientras caminábamos supimos de la vida del pueblo, sus pocos pobladores y casas habitadas desde siempre por las mismas familias. Viven de sus viñedos y venden la uva a las pequeñas bodegas de la zona, como también sus conservas de frutas y dulces. Frente a la plaza funciona la cooperativa turística y un mercado artesanal donde se encuentran artículos realizados con madera, cardón, cerámica y tejidos.
En el camino aparecieron figuras en roca con formas extrañas, algunas inclinadas o caprichosas. Nos entusiasmaba llegar a la zona de los petroglifos y finalmente llegamos. En una gran piedra lisa, como si fuera un pizarrón de escuela, vimos los grabados. Los dibujos representan seres humanos, animales y soles y, a pesar de estar a la intemperie y de que los movimientos de la tierra han sido infinitos, se mantienen allí inamovibles. Adriana nos comentó: “Nuestros abuelos nos hicieron conocer esas figuras y tejían historias relacionadas con las culturas Aguada y Ciénaga, anteriores a los Diaguitas”.
Emprendimos el regreso y encontramos otro alero con grabados, al que llaman El Puerto. Un poco antes de llegar al pueblo pasamos por un anfiteatro natural tallado en la montaña, en el cual se celebran las tradicionales fiestas de Banda Florida. Tanto el Festival del Viñador, la Fiesta de la Chaya como la del Día de la Tradición aprovechan este espacio en el que se ha instalado un gran escenario.
Antes de despedirnos, supimos de las actividades que se realizan en los circuitos de montaña. Además de los clásicos trekking, salen con cuatriciclos y bicicletas para realizar paseos dirigidos por la zona, equipados con cascos y chalecos protectores y adecuándose a las normas de cuidado del ambiente.
En unas dos horas disfrutamos de una villa con chañares, viñas y cerros vírgenes increíbles. Destacamos especialmente el interés de los jóvenes por mostrar lo que ellos conocen como nadie desde siempre, desde niños.