En este sector del planeta, a lo largo de milenios, el viento ha hecho de las suyas y dejó su rastro para que hoy contemplemos una geografía diferente e increíble.
Como otros destinos turísticos de la Argentina, para llegar desde
Villa Unión al
parque natural provincial de Ischigualasto, o Valle de la Luna, hay que recorrer unos cuantos kilómetros de paisaje agreste. Salimos en nuestro auto por la mañana temprano con el convencimiento de que probablemente el camino hasta llegar a destino sería tedioso. Pero no fue así. A poco de salir de Villa Unión notamos que a pesar de lo seco del terreno, las pequeñas formaciones arenosas y rocosas tenían variantes de color mientras avanzábamos. Alguno que otro arbusto (jarilla, algarrobo) acostumbrado a la falta de agua marcó presencia mientras se recortaba en el horizonte. Todos ellos nos despertaron la imaginación y dedujimos qué sombras producirían las luces cambiantes del día en ese entorno. Solo al pasar por las localidades de Pagancillo, primero, y Los Baldecitos, después, pudimos observar cómo se vive en una región del interior de las provincias limítrofes de
La Rioja y
San Juan; ambas tienen un tipo de vida sencilla y signada por la distancia de los centros urbanos.
Pero además tienen el encanto de sus casas de adobe del mismo tono que el terreno, aisladas unas de las otras, y con sus cocinas humeantes al aire libre. Los comedores ofrecen comidas caseras, algún chivo o cabrito a la parrilla o a la cacerola y postres a base de frutos de la zona. En poco tiempo nos fuimos acercando al Cerro Morado, que, según los mapas que habíamos estudiado, nos dejaba en la puerta del ansiado Valle de la Luna. Nos esperaba la visita a un circuito extraño, poblado hace millones de años por dinosaurios y que los científicos lograron descifrar para que nosotros los turistas lo disfrutemos y comprendamos su valor paleontológico.