Cada vez que pienso en el fly fishing, asociándolo con la pesca en el lago, noto que hay algo que no me cierra. Tal vez, eso es producto de sostener que la pesca con mosca está volcada sensiblemente a ser practicada en los ríos, por tal motivo, a mí personalmente se me hace bastante poco atractiva.
El solo hecho de pensar que pierdo ese privilegio de vadear las aguas, corren, generando una nueva situación de pesca a cada metro (cosa que me cautiva sobremanera) me lleva a optar casi exclusivamente por los ríos; y esto, a pesar de vivir en Villa la Angostura, un lugar rodeado totalmente de lagos de excelente calidad en cuanto a pesca se refiere.
Pero a decir verdad, todo ese montón de sentimientos que expresé anteriormente, dejan de tener una validez tan contundente cuando empiezan las eclosiones de aguaciles y libélulas en el Lago Espejo.
Este hermoso lago, de unos 18 km de largo con forma de una gran equis, posee características muy especiales. Su contextura física muy variada, cuenta con sectores rocosos, e islas rodeadas de un lecho blando que contiene abundante alimento. Es muy frecuente observar una infinidad de puntos negros en el fondo que pertenecen a una especie de mejillón que vive en inmensas colonias a mediana profundidad. Está claro, que estas características son muy interesantes a la hora de decidir por que sector optamos en el inicio de nuestros intentos.
No obstante a ello, esta forma de pesca queda absolutamente disminuida ante los sectores que contienen juncales. La razón está dada por la importantísima actividad de odonatos (aguaciles y libélulas) que se produce entre los meses de diciembre y mediados de febrero.
Esta actividad alimenticia de las truchas, es realmente extraordinaria, ya que los mencionados insectos constituyen en esos momentos su principal dieta. Ver como estos impresionantes depredadores "cazan" literalmente a sus víctimas, no deja de ser un espectáculo maravilloso, dejando esto, anonadado al más experimentado mosquero. El solo hecho de poder observar con todo detalle, como las truchas van siguiendo a los aguaciles, y esperando sigilosamente el momento oportuno, son capturados con un salto sumamente certero (que a veces llega al metro fuera del agua), con toda seguridad, nos hará subir la adrenalina a las nubes.
Por supuesto, ante semejante situación, la opción pasa a ser indiscutiblemente la mosca seca. Cualquier pescador con mosca, queda cautivado con solo pensar en esta forma de pesca; y en este aspecto específico, es donde se luce este ámbito angosturense, sumando a todo esto, que las piezas que se encuentran en esta actividad nutricional, promedian el kilo y medio.
Desde luego, hay que agregar a estos elementos, tres cosas que considero básicas para tener muy en cuenta. La primera recae en la agresividad de los ataques cuando presentamos nuestra mosca, ya que es muy frecuente tener embestidas cuando esta se encuentra en pleno vuelo; esto, sin lugar a dudas, nos produce la sensación de que el "bobo" se nos detiene, y suele quedarnos un sabor extraño en la boca, mientras contemplamos como la desdibujada superficie del agua de a poco vuelve a la normalidad.
Otro de los aspectos, apunta a las especiales características que tienen las costas con juncales, ya que podemos encontrar que los mismos se encuentran en algunos sectores, muy compactos, y en otros, de manera algo más aislada; permitiéndonos movernos con mucha facilidad en ambas alternativas, ya sea pescando desde el belly boat, o desde una embarcación lanzando muy cerca de la pared de juncos (desde el lago hacia la costa) o desde la costa entre los juncos aislados. En este segundo caso, las truchas suelen estar en zonas muy bajas, los que solemos llamar bancos, es, decir de no más de un metro de profundidad, buscando su presa en lugares de fácil cacería; y es aquí, donde el pescador debe agudizar al máximo su estrategia de acercamiento, ya que por estar muy a la vista del pez, un mal movimiento, alejaría este hacia el veril. De todas formas, no es para alarmarse; un lanzamiento hacia el mismo, es decir hacia el lago, muy cerca del comienzo de la parte profunda (no más de dos o tres metros) bastará, para que esa misma trucha no dude en atacar nuestra mosca de manera inmediata.
El motivo de estas insistentes acometidas, es muy simple; este período que no va más allá de dos a dos meses y medio, produce una especie de instinto violento en los peces que los hace poco asustadizos; podemos estar muy cerca de ellos, inclusive ver con sumo detalle como encara nuestra mosca. Lo genial de todo esto, es que nuestro engaño es presentado y trabajado únicamente en superficie.
El tercer punto importante recae en el entorno. Este soberbio paraíso suereño, traduce con claridad el por qué sentimos pasión por el fly fishing. Indudablemente, al finalizar esta nota podría escribir sobre el aspecto técnico, apuntando hacia la recomendación de los equipos, moscas, líneas y otros menesteres en cuestión, pero creo que volcar en este escrito algo del sentimiento, lo hace mucho más rico.
Este lago es algo más que un lago del sur, es un claro exponente de la perfección que puso "El Supremo" cuando lo creó. Sus bosques, montañas, y esa nieve que siempre está presente, aún en los veranos más sostenidos, lo transforma en un ámbito que ningún mosquero debe dejar de conocer. Sus aguas, sumamente límpidas y muy pobladas de truchas arco iris y fontinalis, lo remarca como el ámbito lacustre ideal.
Y como todo ambiente excepcional, siempre nos tiene alguna sorpresa guardada; como aquel salar que alguna vez le brincara hábilmente a mi amigo Eduardo Riquelme, para luego dejar una perfecta estela de despedida. ¡Qué momento tan emotivo!
Por eso, en el sentido más filosófico de la cosa, creo que el Lago Espejo nos ofrece una parva de cosas que lo hace diferente, sobre todo, cuando advertimos que en ese sitio nos sentimos estar muy cerca de uno mismo y de esa llama que permanece viva y muy encendida en el rincón más profundo de nosotros; que es la pasión por la pesca con mosca.