Vestidos de amarillo y con un largo capote provisto por la empresa transportadora, veo partir al grupo de turistas que temprano en la mañana decidió disfrutar de las maravillas de este recorrido en aerosilla hasta lo alto del cerro Campanario. Algunos de ellos dudan y consultan acerca de la visibilidad en la parte alta. No preguntan demasiado acerca de esos siete minutos de recorrido muy lento a bordo de las sillas en lo que parece un túnel cuyas paredes están formadas por una arboleda densa y de gran altura.
Deseosos de partir, pocos aprecian los carteles en la base del cerro que les indican cómo reconocer las especies nativas y las exóticas. Sólo desean llegar a lo alto y sacar todas las fotos posibles.
Ya en la boletería, tengo contacto con una cantidad incalculable de personas que utilizan este medio para realizar uno de los paseos más hermosos de la ciudad de Bariloche. Con lluvia, sol, calor o frío, el cerro Campanario brinda la posibilidad de apreciar en su magnitud el lago Nahuel Huapi, que orillea la ciudad y se extiende hacia la frontera con Chile. Nos acerca a la neuquina Villa La Angostura y es el lago de mayor superficie de la región.