El Nahuelito se esconde de los curiosos como lo hiciera el Nessie en Escocia. Sigue siendo una incógnita que, de vez en cuando, vuelve a las páginas de los periódicos y hace renacer el sortilegio.
No creemos en brujas, pero que las hay, las hay. Esa vieja premisa nos llevó a realizar otro intento más para desentrañar el tema Nahuelito tan pronto llegamos a San Carlos de Bariloche. Siempre que llegábamos para nuestras vacaciones, mi marido y yo retomábamos esa vieja esperanza de que un día podríamos tenerlo delante de nuestra vista y afirmar que existe.
Yo era la más entusiasta de los dos en la búsqueda; él se dejaba llevar por mi ilusión. Desde niña cerraba los ojos e imaginaba figuras al paso de las nubes y ríos de ilusión en cada acequia en las sierras de Córdoba. Siempre eran figuras extrañas pero no monstruos o seres deformes.
Habíamos encontrado material escrito para saber algo de ese enigma patagónico y creímos más interesante buscar en la tradición oral. Escucharíamos de boca de algún lugareño detalles de acontecimientos reales que agregaran adrenalina a dichos relatos.
Por eso, en mis salidas por el centro y cuando la conversación se adecuaba, no dejaba de preguntar a mi ocasional interlocutor por aquello que tanto me intrigaba. Quería escuchar algún detalle desconocido, presagio o algo que agregara emoción a lo ya sabido. Parecía que no deseaban hablar del Nahuelito para evitarse molestias o malentendidos.
Tampoco descartaba observar nosotros mismos con algún lente de aproximación el horizonte del lago, donde se supone que habita. Pero su superficie era tan enorme que podía aparecer por cualquier vericueto sin que lo avistáramos previamente.
Me pregunté una y mil veces: ¿de dónde surgen las fotos? ¿Son sólo dibujos? Todo hace suponer que su forma de dinosaurio es lo más creíble hasta el momento. Teníamos claro que no éramos los únicos, ya que mucha gente tenía inquietudes en relación al Nahuelito.
Leímos una vez más todas esas historias de búsquedas, desde las leyendas de los mapuches hasta las expediciones de Jacques Cousteau y su equipo científico. No faltó la posibilidad de un escape de radiactividad o de burbujas de gas bajo la superficie del agua.
En todas hay un cierto grado de credibilidad y otro que forma parte de la ciencia ficción. Lo cierto es que aún no se cuenta con un registro certero. ¡Cuánto por dilucidar todavía!
La costa me tuvo de anfitriona en muchas ocasiones, como al acecho, tanto de día como de noche. También hicimos alguna excursión embarcados. Me hubiera consolado con sólo haber visto algún borbotón de agua sobre la superficie del lago. ¡Ni sombra del Nahuelito!
Pensaba que quizás algún día veríamos a nuestro querido Nahuelito como héroe indiscutido de las películas de ciencia ficción con imágenes en 3D.
En cierta forma, desearía que se considerara al Nahuelito como un ser amigable a quien la naturaleza le ofreció un medio de vida y de subsistencia que los libros no explican aún. Me preguntaba: ¿tendremos que calzarnos anteojos tridimensionales como en las películas para poder divisarlo en alguna noche de luna sobre el lago?