Algunas de las poblaciones asentadas en este sector montañoso han sido alabadas por cantores y poetas con su obra, acentuando el acervo cultural salteño.
Entre Cachi y Cafayate, la ruta nacional 40 sirve de unión entre estas localidades de la provincia de Salta, tan apreciadas, y permite extasiarse con la geografía distinta y colorida de los Valles Calchaquíes.
Al dejar Cachi en nuestro auto, teníamos por delante un trayecto de gran belleza natural con algunos pueblos donde el tiempo parece haberse detenido. Fueron en sus inicios parte del asentamiento de las fuerzas españolas en el Norte argentino y luego, con las misiones jesuíticas, se edificaron sus iglesias y algunas casas que aún permanecen.
Seclantás, Molinos, Angastaco, San Carlos y Animaná se asientan en esta ruta zigzagueante que en algunas partes es de ripio, en otras de arena o tierra. En Seclantás, donde viven las afamadas familias “teleras”, vimos hermosas prendas y tradicionales ponchos salteños en colores rojo y negro tendidos en los patios. Allí también, clavado en el piso, estaba el telar y una persona tejía como aprendiera de sus mayores.
Caminamos por las calles angostas de adoquines o piedras de esos villorrios. Fuimos descubriendo detalles de la arquitectura de viejas épocas, como las galerías techadas para resguardarse del calor; visitamos también algunas de sus iglesias. Notamos un enorme contraste entre las plantaciones de sus chacras y un entorno árido a pocas cuadras del centro. En cada esquina, un pequeño comercio ofrecía dulces regionales que consumimos en el viaje y vinos artesanales que llevamos a casa.
La Quebrada de las Flechas tiene unos veinte kilómetros de extensión, entre Angastaco y San Carlos. A ambos lados del camino observamos esos extraños afloramientos rocosos inclinados, producto de los movimientos del suelo y los vientos a lo largo de miles de años. Formados por areniscas, sus colores varían entre grisáceo y ocre rojizo y nos produjeron un fuerte impacto visual.
En algunos puntos pudimos bajar del auto para tomar fotografías junto a esos fenómenos naturales y pasamos varios desfiladeros tan angostos que casi tocábamos las paredes de roca con las manos. La vegetación mostró la sequedad ambiente: era casi nula y no vimos animales, salvo unos cuises que huyeron despavoridos a nuestro paso.
Cafayate nos abrió las puertas con su típico atuendo colonial. Al dejar atrás la ruta 40, recordamos algunos párrafos de canciones y poemas de Armando Tejada Gómez, Cesar Isella y el “Cuchi” Leguizamón dedicados a esta parte entrañable de la provincia de Salta. Coincidimos con ellos en que hay razones para hacerle un homenaje.
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