Rodeado de vegetación verde y canteros con flores, el bulevar costero brinda espacio para distintas actividades deportivas e incluso permite pasar largas horas en la playa.
No hace falta que sea fin de semana para que la costanera de Concordia explote de gente; es que se ha hecho una costumbre acercarse a ella a cualquier hora del día y hasta altas horas de la noche para pasear, sentarse a tomar mate o tocar la guitarra.
Aprovechando una tarde en que la temperatura permitía desplazarse bajo el sol, seguimos la costa del río Uruguay hacia el sudeste de la localidad. Recorrimos sus doce cuadras de extensión para conocer en detalle su entorno y reconocer cada sector, que fue construido con un fin determinado.
“Años atrás esta zona estaba abandonada y nadie venía porque estaba sucia y desatendida. Por suerte las autoridades decidieron solucionar la erosión del río y los cambios de nivel producidos después de la instalación de la represa y recuperaron este lugar como área recreativa”, fue la respuesta de un lugareño a nuestra consulta.
En nuestra caminata con las manos en los bolsillos, fuimos esquivando chicas y chicos que se deslizaban por los senderos en sus rollers con la misma habilidad con que nosotros movíamos los pies.
Anduvimos por sus senderos ondulados, sus jardines cuidados y amenizados por canteros con muchos colores. Las pérgolas blancas hacen juego con el murallón que en algunos sectores sirve de separador con el río. El conjunto es muy pintoresco y muy apreciado por los lugareños, que concurren en forma masiva a disfrutar del aire libre.
Pero aún faltaba la frutilla del postre. En el recorrido encontramos dos playas: la Nebel y la de Los Sauces. En la primera, la concurrencia era importante y logramos, no sin esfuerzo, encontrar un espacio para sentarnos y tomar unos mates en un área con mesas y bancos frente al río. El paisaje con vista hacia la ciudad uruguaya de Salto era imponente y lo contemplamos durante un largo rato.
Luego nos pusimos de vuelta en marcha y hacia el atardecer conocimos Los Sauces, donde grandes ejemplares de ese árbol llegan con sus ramas hasta la orilla del agua. Su playa de arena muy blanca la vuelve la más apreciada del lugar; en este sector también se encuentran los más tradicionales bares, confiterías y restaurantes. Los colores del fin del día le dieron un toque inolvidable a nuestra tarde.
De noche, todo cambia de fisonomía. La iluminación de sus farolas y de los autos al pasar le dan otra dimensión e imagen, tan fascinante como de día. Siempre es punto de reunión de los más jóvenes.
La costanera luce su arquitectura paisajística y todo el mundo ha incorporado este pulmón verde de la ribera del río Uruguay a su vida diaria, especialmente en primavera y verano.