Pasamos un día completo a orillas del lago Roca disfrutando de un hermoso paseo a caballo que nos llevó a conocer los paisajes cordilleranos más hermosos.
Empacamos nuestras cosas la noche anterior y bien temprano, antes de que amaneciera, salimos con destino al lago Roca.
Nos habían dicho que el lugar era ideal para practicar la pesca. Llegamos cuando caían las últimas gotas de rocío, y ya había varios grupos de pescadores, familias acampando y también los solitarios que buscan relajarse.
Con la intención de pescar algo estuvimos un par de horas a la orilla del lago, pero no fue nuestro día de suerte. Otro día volveremos, dice el dicho del pescador. Después de tomar unos mates, nos fuimos a caminar hasta llegar al cerro Cristal.
La vista es alucinante, aprovechamos para sacar unas cuantas fotografías. Luego nos fuimos a donde se hacen las reservas de caballos. Llegamos justo, ya que estaba por salir un grupo. Subimos a los majestuosos animales y comenzamos a marchar.
Ascendimos lentamente por el faldeo del Cordón de los Cristales, lo que nos permitía apreciar la vegetación típica de la región. Vadeamos arroyos y cruzamos vegas, siempre en la compañía del imponente glaciar Perito Moreno.
Continuamos avanzando y de a poco nos fuimos internando en el bosque magallánico. Nos rodeaban enormes arbustos y formaciones de lengas, ñires, coihues y notros, que atemperan los vientos característicos de la región.
Saliendo del bosque hicimos una parada para descansar y admirar la belleza del paisaje que nos rodeaba. El encuadre que generan los cristalinos espejos de agua y la imponente cordillera hacen de ese lugar un verdadero paraíso.
Volvimos a la marcha y pisando el mediodía llegamos al camping Roca. “Mas justo, imposible”, pensamos todos cuando vimos la mesa preparada para disfrutar de un riquísimo almuerzo criollo.
Luego de una larga sobremesa en la que charlamos, compartimos experiencias y disfrutamos de la tranquilidad del lugar, volvimos a subir a los caballos para emprender la vuelta.
Regresamos bordeando el lago. Los caballos, la calma, el cantar de las aves y la maravillosa vista crearon un clima ideal. Mientras avanzábamos pudimos observar una gran variedad de aves autóctonas y exóticas, tratando de hacer el menor ruido posible para no molestarlas.
Llegamos a la estancia y dejamos los caballos. Los guías nos invitaron a entrar para compartir unos ricos mates con torta fritas.
Antes de partir, volvimos a la orilla del lago para admirarlo. Aún quedaban varios pescadores con sus cañas y familias merendando. Miramos el paisaje para grabarlo en nuestra memoria y nos despedimos hasta la próxima visita.