En medio de la meseta patagónica encontramos el Valle de los Altares. Enormes farallones emergen de la tierra para ser admirados por los turistas que pasan por el lugar.
Desde Esquel se puede recorrer la parte sur de la meseta norpatagónica en dirección oeste- este atravesando el Valle de los Altares, un espléndido cañadón que trae recuerdos del período Jurásico.
Para llegar a este impactante lugar, se debe recorrer 313 kilómetros primero circulando por la ruta nacional Nº 40 hasta Tecka, en donde se debe tomar el desvío por la ruta provincial Nº 62 hasta dar con Pampa de Agnia. En este punto se empalma la ruta nacional Nº 25 y recorre los últimos 56 kilómetros hasta dar con estas extrañas formaciones rocosas que parecen emerger de la tierra.
En este trayecto se circula por rectas infinitas y por curvas desafiantes que se suceden circunscriptas por altas montañas, bellos espejos de aguas cristalinas y mesetas interminables.
Luego de un tiempo considerable, se logra dar con el Valle de los Altares. Esta formación pétrea, que se asemeja a gigantescos altares, se abre paso en el camino con una particular belleza paisajística. Contemplarlo e incluso aprovechar el sitio para sacar excelentes fotografías son oportunidades para no dejar pasar.
El lugar que se está conociendo presenta rocas de areniscas llamadas “clastros” con múltiples franjas rojizas, que se encuentran divididas por la corrosión y erosión del agua y el viento, y forman una especie de tótems naturales que se yerguen hacia el cielo con la verticalidad más precisa.
Al observar las distintas formas que alcanzan los altos farallones, se puede jugar con la imaginación intentando cotejar las ondulaciones con diferentes objetos conocidos.
Cerca de allí, se encuentra un yacimiento de arte rupestre patagónico que se halla bajo custodia de la Dirección Provincial de Cultura. Aquí se puede apreciar una pintura indígena de 93 por 53 centímetros, del siglo X, compuesta por pigmentos minerales amalgamados con materia orgánica.
Luego de disfrutar de este espectacular paisaje, recomendamos continuar el viaje hacia la pequeña población de Las Plumas, muy cercana. Este paraje cuenta con una estación de servicio, restaurante y confitería donde aconsejamos degustar un riquísimo sándwich de jamón crudo recién facturado, queso y pan casero realizado por las mujeres del lugar.
Para los que gustan de los souvenir, es posible adquirir puntas de flecha de piedra realizadas por los artesanos del lugar, que son descendientes de aborígenes tehuelches que habitan la zona.
En suelo patagónico no hace falta buscar por lugares recónditos para hallar belleza, basta con circular por los caminos o rutas habituales y la naturaleza se presentará mágica y gratuita ante nosotros.