Su nombre se vincula en forma inmediata con Argentina. Sus casi siete mil metros son meta, cada año, de andinistas de todo el mundo que vienen a conquistar su cumbre. Generalidades de una montaña apasionante.
Referente indiscutido de la cordillera de los Andes y de Argentina, el cerro Aconcagua, ubicado en la provincia de Mendoza, es una de las montañas más famosas. Para ascender a ella se acercan visitantes de todo nuestro planeta. Sus características la hacen la montaña más elevada del mundo fuera del sistema que forman los Himalayas asiáticos.
El cerro Aconcagua tiene dos picos que ofician de cumbre: el denominado Norte, con 6.962 metros sobre el nivel del mar, y el Sur, de 6.930 metros sobre el nivel del mar.
Durante años aprendimos de memoria que la altura del Aconcagua eran 6.959 metros; sin embargo, en los últimos años elementos de medición de alta tecnología como el GPS permitieron medir mejor la cumbre y así el cerro pasó a tener una altura mayor.
El Aconcagua forma parte del parque provincial Aconcagua, al que llegan de 6.000 a 7.000 visitantes por temporada. La temporada se extiende de diciembre a marzo, meses de verano que resultan los mejores para intentar hacer cumbre.
Visto desde arriba, es posible apreciar sus límites naturales. Al norte y al este, el Aconcagua limita con el Valle de las Vacas, mientras que al oeste y al sur aparece el Valle de los Horcones.
Para los científicos que lo han estudiado, su origen se remonta entre 200 y 300 millones de años atrás. Estas teorías se basan en que el surgimiento del cerro se debe al movimiento de la placa de Nazca por debajo de la placa sudamericana. A pesar de los millones de años transcurridos, se trata de un movimiento natural reciente; hablando, por supuesto, según las reglas de la naturaleza.
Distintas vías para hacer cumbre
El cerro Aconcagua posee distintas caras para su ascenso, unas relativamente fáciles, otras por el contrario verdaderamente para experimentados andinistas. En todos los casos, es necesario contratar el servicio de guías y realizar los ascensos en grupo, siguiendo siempre las reglas de la montaña; muchas de ellas fueron ideadas y repensadas a partir de la experiencia de sus escaladores.
La denominada “Vía normal” es ascender por la cara norte del cerro, en la que no se necesitan técnicas de escalada sino más bien un sigiloso y constante trekking que se ameniza con el uso de bastones, además de todo el equipo imprescindible para subir.
Quienes inician la famosa “Vía normal" pasan por distintos campamentos de montaña, donde se descansa hasta estar en condiciones físicas acordes para seguir subiendo. Hay que tener en cuenta que a medida que se sube disminuye notablemente el oxígeno, por lo que es necesario ir aclimatándose a estos cambios. Los campamentos son:
-Campo Base (conocido también como Plaza de Mulas), 4.300 metros
-El Semáforo, 4.350 metros
-Piedras Conway
-Plaza Canadá
-La Piedra, 5.000 metros
-Cambio de Pendiente
-Nido de Cóndores, 5.250 metros
-Berlín
-Piedras Blancas
-Piedras Negras
-Independencia
-Portezuelo de los Vientos
-Gran Travesía
-La Canaleta
-Cumbre del Aconcagua, 6.962 metros
La vía de ascenso llamada “La del glaciar de los Polacos” solo es visitada por andinistas experimentados. El camino hacia esta se realiza tomando el Valle de las Vacas. Se cruza hasta la base del glaciar de los Polacos y desde ahí se cruza con el camino de la Vía normal, pero en este caso se inicia una subida final hasta la cumbre.
La “Pared sur” es en el Aconcagua la vía de más difícil acceso a la cumbre. Su dificultad máxima se materializa al terminar en una de las mayores paredes del mundo. Lograr subir por esta vía es algo realmente para unos pocos elegidos.
El primer ascenso que se realizó por este sendero fue el 25 de febrero de 1954, lo realizaron los franceses Pierre Lesueuer, Adrien Dagory, Edmond Denis, Robert Paragot, Lucien Berardini y Guy Poulet. El jefe de la expedición era René Ferlet.
No importa cuál sea la vía que se elija para hacer cumbre, como así tampoco si no se puede llegar a la meta buscada. El Aconcagua encierra en sí mismo, en sus preparativos, en sus anécdotas y en sus éxitos y fracasos, una magia difícil de encontrar en otro atractivo de la naturaleza.
Llegar hasta allí para contemplar el Aconcagua es un premio; escucharlo, mirarlo, sentir su rugir y lo que nos dice. Lo demás son solo detalles que escribe el hombre.