Desde lo alto de cada uno de sus espacios naturales y penetrando en sus bosques, se descubren esos secretos de la vida al aire libre que hacen a Merlo inconfundible y apreciado.
Algunas caminatas hacia los primeros eslabones de las sierras se convierten en trepadas hacia terrazas naturales y miradores con excelentes vistas color verde vegetal. Los más alucinantes hay que conocerlos yendo en auto, están cerca de Merlo y se encuentran marcados en los planos.
Partimos de tarde por el circuito de la Avenida de los Césares a Rincón del Este hacia el cerro por un camino asfaltado con muchas vueltas y trepando poco a poco. El Mirador de la Amistad está en el camino y es el primero desde el que se puede dar un vistazo a la ciudad.
Sobre la ruta provincial 5 encontramos la reserva natural Mogote Bayo, que nos mostró desde su portal de entrada que es un área donde la biodiversidad de flora y fauna está custodiada por quienes estudian el ecosistema.
Un gran cartel con dibujos muestra especies de aves y flora y su altimetría e invita a sumarse a uno de los rústicos senderos autoguiados que llevan a sus miradores. Ascendimos en parte con el auto y luego a pie entre la vegetación autóctona tupida, sacamos fotos y a ratos nos resguardamos del sol.
Por una atajo regresaban unos muchachos de bañarse en uno de los arroyos de la zona y nos comentaron acerca del famoso Salto del Tabaquillo, al que se accede por el cauce del arroyo o por un sendero interno, siempre acompañados de guías expertos.
Dejamos para otra ocasión conocer ese salto de agua de 15 metros de altura, lo mismo que un trekking a la cima para conocer el Vía Crucis. Nos despedimos del lugar con el perfume de las aromáticas como la peperina y el poleo, que habíamos aprendido a distinguir en el ambiente.
Otra vez en auto y mientras ganábamos altura en el asfalto, observamos gran cantidad de zorros bastante mansos que se aproximaban en busca de alguna galletita o alimento.
Curvas y contracurvas de marcha lenta nos dejaron en la playa de estacionamiento del Mirador del Sol. Allí arriba y mirando hacia adelante, como si tuviéramos en la mano un mapa de la ciudad, fuimos recordando y ubicando algunos puntos de interés que ya habíamos visitado.
Desde los 1.470 metros de altura, nos quedamos un extenso rato mirando en derredor para ubicar dónde estábamos en relación a las sierras de los Comechingones y el valle de Concarán, y gozar de lo magnífico del paisaje.
Pero eso no fue todo. Seguimos avanzando y subiendo hasta el filo de las sierras, donde ya no hay nada más que trepar y el aire es absolutamente limpio. El día estaba espectacular y a lo lejos veíamos los cordones montañosos de las sierras de San Luis. Ubicamos también los embalses de Calamuchita en Córdoba.
En la confitería del Mirador de Cóndores, a 2.100 metros de altura, hicimos un alto para tomar algo y dejarnos sorprender por la gran cantidad de coloridos parapentes que dibujaban el cielo diáfano. Ese lugar es el paraíso de los amantes de este deporte que hasta los inexpertos pueden realizar, en tándem, junto a un guía experto.
El frío y el viento del atardecer nos despidieron cuando ya no le podíamos pedir más a la tarde que lentamente se estaba transformando en noche. En la ciudad se iban encendiendo las luces y al llegar fuimos caminando hacia el centro para sentir nuestra nueva manera de disfrutar Merlo.