Al pie de los cerros Madre e Hija, troncos y piñas transformados en piedra en lo que en el pasado fue un bosque de araucarias hoy son motivo de observación y estudio.
Dejamos atrás Puerto Deseado y la costa marítima para emprender una excursión hacia la zona cordillerana y el yacimiento fósil más importante de la Argentina. Llegar hasta el bosque petrificado Jaramillo permite, además, encontrar otros atractivos inolvidables por el camino.
Tomamos una excursión terrestre que nos permitió disfrutar de un recorrido por la agreste meseta patagónica y fotografiar lo que encontramos a nuestro paso. Nuestro guía nos hizo un relato minucioso de ese insólito bosque petrificado que conoceríamos al llegar.
Este bosque de araucarias proviene del período Jurásico. Las condiciones climáticas de hace unos 150 millones de años le dieron vida cuando los vientos del océano Pacífico llegaban en forma directa porque no existía la cordillera de los Andes. En tiempos posteriores, una fuerte explosión volcánica dio lugar a la formación montañosa y sepultó la fauna y la flora bajo ceniza.
Mientras escuchábamos esta interesante explicación, nos aproximamos a la estancia La Paloma, donde hicimos un alto para merendar, ya que es un hermoso sitio para pasar el día, con servicios y fogones. Luego continuamos otros 25 kilómetros sobre el ripio, lentamente, hasta el yacimiento paleontológico.
Al llegar, encontramos al guardaparque, quien nos acompañó en la caminata y nos hizo comprender el milagro de la petrificación.
“¿Cómo explicar con simpleza por qué los troncos que tenemos a la vista tienen ese tono y esa estructura? Pues bien, luego de cargarse de ceniza por la explosión volcánica, las sales de silicio emergentes penetraron en el tejido vegetal, ayudadas por las lluvias, y formaron una materia inorgánica mineral en cada tronco, en cada árbol”, nos dijo.
“El ascenso de la cordillera, el ingreso de agua de mar y las glaciaciones en conjunto con los fuertes vientos modelaron la superficie de este área y dejaron a la intemperie los árboles convertidos en piedra”, continuó.
Como observadores, era imposible imaginar y medir lo que la naturaleza tardó miles de años en transformar. Nos tomamos fotografías para cotejar nuestra estatura con el tamaño de esos enormes troncos en excelente estado de conservación que permanecían acostados o de pie. Algunos llegan a tener treinta metros de largo y dos metros de diámetro.
Desde 1925 los geólogos descubrieron y estudiaron estos troncos fósiles pero recién en mayo de 1954 se creó esta reserva nacional, se tomó conciencia de su importancia científica y se la declaró Monumento Natural.
En todo momento tuvimos que atenernos a las indicaciones del guía, ya que el cuidado que se le brinda al espacio es inmejorable y no está permitido levantar nada del suelo.
Antes de retirarnos, miramos nuevamente todo el conjunto y admiramos que no se hayan diseminado aun más debido a acciones naturales. A pesar de las temperaturas y los accidentes naturales, se los puede observar en un conjunto bastante compacto.