Por sus playas, por sus actividades náuticas de verano y por todos los rincones que ofrece para caminar, Quila Quina merece ser conocida.
Emplazada junto al lago Lácar, la villa Quila Quina cuenta con los componentes perfectos para seducir a los locales y a quienes están de paso por San Martín de los Andes. Ofrece sus playas, deportes náuticos, caminatas, camping, gastronomía y todo lo que cada uno pueda descubrir.
El placer comenzó en el mismo momento en que dejamos la ruta asfaltada y tomamos un camino de montaña sinuoso entre bosques de gran porte, que trepa primero y luego baja por un faldeo verde. A mitad de camino, tuvimos una amplia vista de toda la costa que se recorta a lo largo de varios kilómetros. Hay que tener cuidado, no se puede detener el auto en cualquier lugar. Para sacar esa foto irrepetible que todos queremos obtener, tuvimos que esperar la ocasión, estacionar fuera del camino y dejar bien frenado el vehículo.
El camino pasa por las viviendas de la comunidad mapuche Curruhuinca. Las familias que viven allí en forma permanente se dedican a la cría de animales, a la huerta y a las artesanías. Sus casas se destacan por sus clásicos cercos hechos de palo.
Al ingresar, tomamos el camino principal, que nos dejó en el muelle al que arriban los catamaranes. Una confitería muy agradable y una playa muy concurrida fueron los primeros atractivos que encontramos. Se trata de un sector colorido, animado, donde se pueden alquilar kayaks, con un fondo color azul del agua del Lácar, que nos mostró su mejor traje.
Decididos a pasar el día, dejamos estacionado el auto en ese punto para emprender una caminata por los alrededores. La villa está ubicada dentro del Parque Nacional y alberga grandes casonas que fueron construidas a partir de la década del ‘40 y que en verano permanecen abiertas.
Seguimos por el sendero de la costa para recorrerla de punta a punta. El lago se ubica en un extenso valle y el cordón montañoso del otro lado del espejo de agua se mostró imponente a nuestros ojos.
Al llegar a la playa conocida como El Cipresal, nos quedamos un rato para disfrutar de su principal característica: por su ubicación está resguardada de los vientos imperantes del oeste. Enormes cipreses con raíces retorcidas contrastan con la amabilidad de la playa.
Seguimos el paseo a pie hasta que encontramos un arroyo que deja sus aguas en el lago y sobre el cual descubrimos un camping muy bien organizado, donde se puede realizar una estadía en plena naturaleza. Observamos parcelas bien parquizadas, todos los servicios y parrillas a la orilla del arroyo.
Por caminos internos de la villa, regresamos al puerto y nos ubicamos en el deck de la confitería para tomar algo con vista al lago. Allí supimos que hay varias opciones de caminatas dentro del área, que llevan a una cascada y a una fuente de agua mineral. Un circuito más largo lleva a un cañadón donde pueden verse pinturas rupestres y a la Cueva del León.
A lo largo del día los colores del ambiente y los bosques fueron cambiando y nos predisponían a descubrir los distintos rincones donde se toma sol y se puede nadar y refrescarse en el agua hasta muy tarde ya que sol se oculta después de las 20 horas.
Quila Quina es para los sanmartinenses la “cereza del postre” y los turistas avalamos esa afirmación.