Las centrales instaladas sobre el río Atuel muestran el ingenio del hombre para producir bienestar en las grandes urbes.
¿Cómo se fabrica la energía eléctrica que nos permite encender la computadora, el equipo de música o simplemente alumbrarnos? Varias enciclopedias virtuales nos podrían dar la respuesta, pero lo averiguamos en su lugar de origen.
Un recorrido por el sur de la provincia de Mendoza nos puso en contacto con centrales hidroeléctricas que nos maravillaron por sus gigantescas instalaciones. También por su equipamiento técnico complejo.
Todo comenzó en la zona de Villa Nihuil, con sus entornos montañosos de tonos cambiantes, un lago con muy buena pesca y un sector residencial donde en verano se concentran los turistas para aprovechar sus costas y curso de agua.
Paredón y después
Aquí vimos el primer dique que contenía un gran espejo de agua. Según las épocas del año, crece o disminuye su caudal por efecto de las maniobras que se realizan desde la central hidroeléctrica.
Más adelante y siguiendo la ruta de ripio fueron apareciendo otras cuatro centrales asentadas sobre el mismo río Atuel. Realizan su trabajo de acumulación de agua, generación de electricidad y posterior envío de esta a los centros de distribución.
Entre una y otra apreciamos el famoso Cañón del Atuel, que es la caja de resonancia del río del mismo nombre. Hicimos varios paradas con nuestro vehículo para contemplar esas formaciones rocosas, enormes, coloridas y muy trabajadas por el viento.
Era una zona muy árida y allá abajo corría apenas un hilo de agua. Las rocas son extrañas y, dejando volar nuestra imaginación, nos permitieron descubrir figuras y bautizarlas con lo que nos habían sugerido.
Pero sigamos con las fábricas de energía eléctrica. Así como en algunos tramos nos extasiamos con una naturaleza virgen, en otros la mano del hombre realizó obras increíbles.
Rugido de motores
Las centrales hidroeléctricas son parte de este itinerario: comprendimos la importancia de su presencia y las incorporamos al paisaje. Una a una aparecieron detrás de las curvas del camino y emergían imponentes en medio de la aridez imperante.
Al pasar por la Nihuil II, pudimos ingresar para conocerla. Ya en el interior, vimos los grandes motores, cañerías y consolas que sustentan la fábrica de energía y conocimos un poco más de ella.
Transcribimos las palabras de Alfredo Rulfo, encargado de la planta: “La característica principal es que el agua se utiliza como combustible. La energía potencial que ingresa a las turbinas se transforma en energía cinética (movimiento) y luego en mecánica, que mueve la turbina”.
“Un pequeño lago y un salto de agua de 180 metros de altura entregan su caudal al edificio central mediante una tubería de 10 kilómetros y 5 metros de diámetro. Allí se bifurca en forma de peine para alimentar la seis unidades generadoras con una fuerza de 20 y 25 megavatios.”
Siguió diciendo: “Luego, pasa a los generadores, donde se consigue la excitación logrando la obtención de 13.200 volts de corriente alterna. Aquí, toda la operación es manual y en las otras centrales están telecomandadas”.
La planta transformadora se encarga de elevar la tensión para enviarla a la ciudad de Mendoza y luego pasa al sistema nacional para su distribución.
El río Atuel se alimenta en los glaciares de la alta montaña mendocina y su caudal es cambiante a lo largo del año como consecuencia de los cambios atmosféricos. Los diques son acumuladores de agua para su utilización en época de escasez.
“Pila” de luz
La necesidad de mayor cantidad de energía eléctrica a lo largo del país fue determinante para que además de la central Nihuil I se fueran incorporando Nihuil II y III. Otro río mendocino, el Diamante, presta sus aguas a otras centrales hidroeléctricas.
Al retirarnos, vimos el edificio desde afuera. La fuerza del agua que caía en un pequeño lago formaba turbulencia. Una planta autóctona, los gruesos y altos cactus, hacía de marco al río.
El río Atuel continuaba, ahora como un simple curso de agua de montaña, saltando de roca en roca. Mientras, la central trabaja los 365 días del año, de día y de noche, para que los usuarios mantengamos prendidas las luces y nuestra computadora el tiempo que necesitemos.