Cómodamente sentados en la butaca, la experiencia de sentir que se flota en el aire se suma al particular acercamiento al paisaje como nunca antes lo hemos visto.
Ushuaia cuenta con ambientes naturales deslumbrantes que se acrecientan cuando se viven a bordo de un helicóptero. Los detalles de la ciudad, bahía, cerros y lagos se descubren desde otra óptica.
Deseosos de vivir la experiencia, acordamos con Heliushuaia una salida de medio día, para lo cual nos esperaron en sus oficinas del centro. Desde allí partimos en su camioneta hacia su base de operaciones, el viejo aeropuerto.
Abordamos la nave recién cuando estuvo todo preparado para el despegue. Observamos cómo realizaban las maniobras previas a la acción y en unos segundos ya estábamos volando. El ascenso fue rápido y en sentido vertical y en seguida tuvimos por delante la ciudad, su bahía y el puerto. Para continuar ganamos altura e ingresamos al valle del río Olivia y nos señalaron los montes Olivia y Cinco Hermanos: un comienzo fantástico.
Avanzamos sobre el valle Carbajal, sus turbales, y con dirección a un lago que, con solo verlo, nos dijo su nombre: Esmeralda. Distinto a todos, suele ser visitado por los amantes del trekking y el campamento. Antes de dar un giro, el helicóptero inclinó su nariz para que lleváramos la mirada a sus costas. Luego ascendió nuevamente hasta el nuevo punto de interés.
Siguiendo la ruta nacional 3, pasamos por encima de los centros de esquí que concentran la atención cada invierno. Destacamos especialmente el cerro Castor, sede del Interski 2015 gracias a sus características técnicas e infraestructura de servicios, y orgullo de los ushuaienses.
Los colores de la vegetación cambiaron mientras sobrevolábamos la zona. Supimos que a lo largo del año sucede infinidad de veces y cada una de ellas supera a la anterior. En el camino por el interior de la isla de Tierra del Fuego se sucedieron el lago Escondido, las lagunas Santa Laura, San Ricardo y Margarita. Lo que más nos impactó fue la presencia del lago Fagnano, extenso y ancho y con una población asentada en su extremo oriental: Tolhuin.
Los pilotos nos explicaron en cada momento qué teníamos por delante y a que altitud viajábamos. La amplitud de las ventanillas no dejó escapar ningún detalle del entorno.
Aterrizamos luego en Puerto Almanza, un paraje muy pequeño junto a la costa marítima. Degustaríamos un delicioso almuerzo basado en los productos de mar que sus pobladores recogen a diario en forma artesanal. La Mesita es un restaurante familiar, con buenos platos de mejillones, cholgas, almejas, centolla y truchas. Cada plato llegó a la mesa en su punto justo mientras admirábamos a través de los cristales el imponente canal de Beagle.
Volvimos a escuchar el rugido del rotor de la aeronave y despegamos para bordear la costa, y recorrer desde el aire alguna de las estancias fueguinas y el faro del Fin del Mundo. El vuelo, corto esta vez, nos dejó en la cima del monte Le Cloche. Imposible articular palabra entre el viento fuerte y la emoción de ver en conjunto la cordillera de los Andes, la ciudad de Ushuaia y el mar.
Finalmente, arribamos al aeropuerto y agradecimos a la gente de Heliushuaia su cálida atención. Regresamos a nuestro hotel con la satisfacción de haber realizado una excursión inolvidable.