En su tramo final, es un río de suaves pendientes sobre el cual se apoyan varios balnearios muy concurridos, que resultan una excelente opción los días de calor del verano.
Durante nuestras vacaciones en Carlos Paz, los balnearios sobre el San Antonio nos habían mostrado un río serrano muy bonito al que concurrimos varios días en familia. Todos sentíamos curiosidad por bañarnos aguas arriba, en otras playas. Conoceríamos ese espejo de agua que realiza un importante aporte al lago San Roque y nos alejaríamos del bullicio por una jornada.
Salimos de mañana muy temprano y entre varias opciones, ingresamos a Villa Icho Cruz, un pueblo tranquilo de calles de tierra y poca población estable pero con una playa de arena sobre el río que prometía un buen día de sol y picnic.
En la “Capital el Paisaje”, fuimos orillando su ondulada costa mientras buscábamos sombra entre la vegetación baja tipo espinillo. Ubicamos nuestras pertenencias y nos fuimos directo al agua atravesando a los saltos la arena recalentada por el sol. Fue un placer ingresar a esa corriente de agua cristalina plagada de piedras y con arena dorada, gruesa y fina. Las piedras más grandes formaban ollas a su alrededor y nos permitieron nadar y luego trepar sobre ellas.
Las playas del río San Antonio se comparten entre Icho Cruz y Tala Huasi, dos comunas que se han originado en la geografía despareja de ambas orillas. Grandes lomadas escondían hermosas casas de fin de semana, con piscina incluida.
Al lado del puente, un paredón formaba una pileta natural que permitía mayor profundidad. Nos encaminamos hacia allí para nadar y tener una vista distinta de sus inmediaciones.
Historia con melancolía
“Conocimos Ycho Cruz (así, con Y griega) años atrás, cuando aún era casi desconocida y sólo la elegían como lugar de fin de semana algunos residentes de la ciudad de Córdoba. Sí, ahora es la misma, un poco más construida pero con el espíritu serrano intacto”, nos contó una señora que tomaba sol al lado nuestro.
A media tarde despedimos Icho Cruz y Tala Huasi para conocer Cuesta Blanca, una comuna chica aguas arriba cuyos habitantes se ocupan de proteger el medio ambiente. Con espíritu ecológico, conservan lo que naturaleza les ha proporcionado.
Paseamos por la costanera y desde sus puntos panorámicos observamos sus desniveles y las construcciones diseminadas en ambas orillas del río San Antonio. El agua era tan transparente que nos permitió ver el fondo arenoso y algunos pececitos.
Regresando hacia Carlos Paz todavía nos esperaba otro hallazgo: la comuna de Mayu Sumaj y sus balnearios de similares características. Sus modernos paradores estaban desbordados por una juventud que le ponía ritmo al verano. Se ha hecho famoso también por el Festival del Pan Casero en febrero.
Tres balnearios son sólo un ejemplo de lo que el San Antonio tiene para ofrecer. Ya sea que optemos por alojarnos en un camping, countries o casas de alquiler, el río siempre está ahí, a metros de nuestra ventana. El canto de los pájaros es una muestra del bienestar que se vive en el lugar.
Nos dimos cuenta de que además de disfrutar del río, se pueden sumar actividades para toda la familia: caminatas, mountain bike, pesca deportiva, golf, cabalgatas y observación de aves silvestres en su hábitat natural.
Quizás esos lugares serranos no tienen demasiada vida nocturna, pero son ideales para unas vacaciones tranquilas en las que no faltarán ni las heladerías ni los bares cerveceros a la luz de las estrellas. La movida “bolichera” seguirá siendo propiedad de Carlos Paz por cercanía y ofrecimientos para cuando se va el sol.
Sentíamos la cara arrebatada por el sol pero un aire fresco nos devolvía a Carlos Paz con una sensación muy linda en el cuerpo. Habíamos respirado un aroma distinto en esa serranía aún virgen. Seguramente volveremos a esos parajes porque comimos unos frutos rojizos de un arbusto de la zona, el piquillín que, según dicen, brinda la fuerza de convicción necesaria para regresar al lugar.