El recorte de las sierras sirve de marco natural para este clásico paseo que la mano del hombre ha hecho aun más vistoso.
El lago San Roque ofrece costas irregulares y una ruta asfaltada que permite recorrer palmo a palmo su contorno. Sentimos curiosidad por ver con nuestros propios ojos cuáles eran sus atractivos.
Ya en nuestro automóvil, dejamos atrás la costanera y el bullicio; los semáforos y el ritmo de la ciudad fueron disipándose. Nos incorporábamos a la “caribeña” avenida San Martín, con sus clásicas palmeras en la parte central.
Pasamos por debajo de la autopista que va hacia Córdoba y comenzó el camino asfaltado de las cien curvas, que acompaña las sinuosidades del lago. Fue muy vistoso notar desde lo alto esa zona residencial cuyos jardines llegan hasta la costa del lago.
Veleros, lanchas y botes de remo competían en calidad y jerarquía con sus colores. Las piletas de natación mimetizaban sus aguas con las del lago y los miradores ofrecían puntos panorámicos donde la vista se perdía.
¡Click! ¡Click!, era el sonido de nuestras cámaras fotográficas que recogían imágenes de una y otra orilla. Un leve oleaje mostraba que un viento suave se deslizaba desde la zona del dique.
En el agua, dos lanchas pequeñas remolcaban a unos jóvenes que mostraban su habilidad en el monoesquí. El surf es habitual en la zona y los grandes surcos que la lancha dejaba en el agua jugaban con las líneas más débiles del esquí. El sol se sumó al festejo al recortar la figura de los saltos sobre las olas.
Ya veíamos el paredón del dique pero antes pasamos por la vieja Casa de Hidráulica, que fue centro clandestino de detención desde el año `76 al `80.
Al enfrentar el dique, vimos los vestigios de su construcción original. Realizado con materiales de la zona (cal, arena y piedra), fue dinamitado para sustituirlo por un paredón nuevo con mayor seguridad.
En sus orígenes, año 1890, el San Roque fue el primer dique en construirse en Sudamérica y el de mayor superficie del mundo. El murallón tenía 115 metros de longitud y 37 metros de altura. Caminamos por su cúspide, desde donde el espejo de agua se veía a distancia. Una sucesión de restaurantes y parrillas nos atrajeron con su aroma a comida casera y choripanes.
Entonces, pudimos ver la compacta la vegetación de los laterales y descubrimos una pequeña estación ferroviaria que parecía de juguete pero que estaba en uso. “Es la estación Cassaffousth del Tren de las Sierras de trocha angosta. Durante años unió Córdoba capital con Cruz del Eje como una opción habitual de transporte para los pobladores locales. En 1977 dejó de correr esa línea y desde hace unos años funciona el tren turístico en un tramo experimental”, fue la información que recibimos de un residente.
Siguiendo la cinta asfáltica
Dejamos atrás esa emblemática obra de ingeniería, unión de muralla, vertederos, embudo y usina, para continuar el camino asfaltado que nos dejó ver nuevamente el lago en su amplitud natural. En sus orillas, un buen número de pescadores con mosca hacían sus intentos. Confirmamos que esa actividad dejó de ser propiedad exclusiva del Sur argentino.
Más adelante encontramos la Plaza Federal, un mirador natural hacia el lago con pasarelas altas. Allí están representadas las provincias del territorio nacional y se muestran banderas y escudos en mástiles ubicados en semicírculo.
Bialet Massé nos impactó por sus hermosas casas en alto con vista al lago que coquetean con un club de golf. Una vez que cruzamos el río Cosquín, emprendimos el regreso hacia el centro de Carlos Paz por la orilla opuesta.
La ruta recorre una zona muy urbanizada donde las antiguas casas de Mirador del Lago y Parque Siquiman conviven con modernas construcciones algo más apretadas entre sí. Algunos barrios como Villa Santa Cruz del Lago miran hacia el valle verde.
Luego de algunas lomadas y miradores naturales, bajamos a la playa Perelli. Tomamos nuestro mate de la tarde, al cual agregamos, a la usanza serrana, los clásicos yuyos algo mentolados. Un catamarán pasó silencioso cerca de nosotros. A lo lejos reconocimos la aerosilla, las construciones en las laderas de las sierras y una gran estatua de piedra con la figura de un aborigen: el indio Bamba.
La coloración del lago fue cambiando según la ubicación y la hora del día. Nos dimos cuenta de que los clubes náuticos y los de pesca habían sido agrupados por sectores como parte de una prolija organización. De igual manera, encontramos el área de recreación y venta de regionales.
Despedíamos el recorrido al desembocar en la avenida Sarmiento a la altura del reloj cu-cú. Estábamos a un paso del centro, con su habitual movimiento, bullicio y tráfico algo desordenado.