El lago Nahuel Huapi se vive de otra forma sobre un velero. Salimos en una excursión hacia la isla Victoria y la península de Quetrihué, para pescar un poco y disfrutar del paisaje.
Habíamos recorrido Bariloche y sus alrededores, visitamos sus playas, realizamos distintas excursiones, pero ahora queríamos conocer la zona desde otro ángulo. Una luminosa mañana de domingo nos dispusimos a realizar un paseo en velero a través del Nahuel Huapi hacia la isla Victoria y la península de Quetrihué.
Salimos temprano de Puerto Pañuelo, donde nos esperaban para comenzar el recorrido del día. El Bonita, nuestro barco, ya estaba pronto para salir. Desplegaron la vela mayor y tomamos curso hacia la isla Victoria.
Viajar en velero no se parece a ninguna otra cosa y es difícil de describir a quien no conoce esa sensación. Avanzábamos sobre las aguas pero el silencio del Nahuel Huapi nos poseía. Prácticamente no había olas, aunque el viento alcanzaba para que pudiéramos seguir sin prender el motor.
Mientras llegábamos a nuestro primer punto de destino, la isla Victoria, sacamos las cañas de pescar, cajas y moscas para realizar un poco de “trolin” en el camino. Algunos tuvieron suerte y otros no, pero todavía nos quedaba un largo día por delante.
Pronto nos dijo el capitán que estábamos por tocar tierra. Los que quisieran podrían seguir pescando desde la costa, pero nosotros decidimos aprovechar para caminar un poco. La isla guarda rincones de gran belleza y diferentes vestigios de cuando estaba habitada por aborígenes.
Cuando volvimos de nuestro recorrido, encontramos a la tripulación del Bonita, ahora en función de chef, preparando una tabla de ahumados para el almuerzo, que fue acompañada con un poco de vino tinto.
Una vez que habíamos comido, volvimos al Bonita y tomamos rumbo al puerto de Quetrihué, donde se encuentra un denso bosque de arrayanes.
Subidos a un gomón auxiliar, continuamos con la pesca. Las moscas estaban listas y comenzó la acción. Esta vez todos tuvimos suerte y pudimos capturar algo. Los festejos siguieron cuando volvimos al velero.
El sol empezaba a ponerse cuando emprendimos el camino de vuelta a Puerto Pañuelo. Para cerrar el hermoso día que habíamos vivido, abrimos una botella de champaña y brindamos todos juntos.