Costeando el lago Nahuel Huapi

La costanera suele ser lugar habitual de caminatas, recreación y entrenamiento de los habitantes de la ciudad. ¿Por qué no de sus visitantes ocasionales?

Llegábamos a San Carlos de Bariloche de noche en nuestro vehículo y nos impactó el semicírculo de luces que teníamos por delante junto al lago Nahuel Huapi. La costanera, paralela a la avenida 12 de Octubre que conecta con la avenida Bustillo, tenía vida propia. Nos hizo pensar en redescubrirla en horas del día.

Al atardecer del día siguiente, luego de recorrer una vez más el emblemático Centro Cívico, nos propusimos iniciar una caminata por la costanera desde allí hasta su encuentro con la ruta 237 y el río Ñireco, el mismo recorrido realizado con el auto.

Desde sus escalinatas vimos lo que llaman “el gigante dormido”: el puerto San Carlos. Su inmenso techo negro cobija una galería comercial; no obstante su embarcadero no se utiliza para los fines para los que fuera creado.

  • Siempre la inmensidad del lago

    Siempre la inmensidad del lago

  • El puerto San Carlos

    El puerto San Carlos

  • Hotel Tres Reyes

    Hotel Tres Reyes

  • Las montañas al fondo sostenían el paisaje

    Las montañas al fondo sostenían el paisaje

  • División Movilidad

    División Movilidad

En nuestro recorrido, fuimos encontrando una sucesión de plazoletas, playas de esparcimiento y edificios que agregaban color a la artería y a nuestra izquierda sentíamos siempre la inmensidad del lago.

Un gran murallón ancho y de piedra separaba la playa de la vereda. Seguía los lineamientos arquitectónicos de muchas construcciones de la zona y notamos sus distintas alturas del lado de la costa.

Los grandes ventanales del antiguo y representativo Hotel Tres Reyes, a pocos metros del Centro Cívico, se repetían en casi todos los demás edificios de la costa. Tanto hoteles como departamentos tenían el privilegio de disfrutar de la vista del lago y evitar sus inclemencias.

La zona parquizada que rodea la Catedral de Nuestra Señora del Nahuel Huapi fue, a nuestro entender, el área mejor cuidada. Decidimos realizar un alto y aprovechar sus barrancas con césped para un descanso. Además de algunas imágenes religiosas y esculturas, nos atrajeron sus coníferas gigantes.

Con la mirada hacia el lago, las montañas al fondo sostenían el paisaje y nos hicieron olvidar la presencia de la ciudad y sus ruidos. El movimiento incesante de vehículos por la avenida nos volvió a la realidad.

Del otro lado del paredón, sobre la playa, hay varias construcciones que permanecen algo ocultas pero que los lugareños conocen a la perfección. Así, un excelente complejo de deportes municipal y la Asociación Pesca y Caza Nahuel Huapi ocupan amplios espacios y se funden con el agua.

¿Puede el viento cambiar la actitud ante esta caminata? La respuesta es sí. Lo vivimos en carne propia. Repentinamente cambiaron los vientos y las últimas cuadras las tuvimos que realizar empujados por una fuerte brisa del oeste.

A lo largo del recorrido notamos que casi no había espacios libres y que edificios muy modernos conviven con casas antiguas privilegiando el vidrio sobre cualquier otro material.


Allá por el año 1930...

El estilo Bustillo dijo “presente” en varios edificios que encontramos a lo largo de la costanera. La catedral, la Dirección de Movilidad de Parques Nacionales, el Departamento Provincial de Aguas nos mostraron su construcción clásica. Bases de piedra, cerramientos y grandes balcones de madera de la zona eran íconos de esa época.

Hacia el final del recorrido un barrio de casas sencillas y la primera escuela secundaria de Bariloche nos mostraron un asentamiento que forma parte de la historia de la ciudad. Tiene el privilegio de contar con playa propia.

Nos quedamos pensativos: qué bueno fue poder admirar de noche las luces de la costanera reflejadas en las aguas del lago. Habíamos hecho abstracción del tránsito veloz y bochinchero de la avenida.

Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

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