Los tintos de Yacochuya, que crecen a más de 2000 m de altura en los valles calchaquíes, se han convertido en pocos años en todo un exponente de la enología argentina.
Sabíamos que en la tierra del sol y del vino existía una afamada “perlita”, como la catalogamos en nuestro ícono de vinos.
Yacochuya está a sólo 8 kilómetros de Cafayate, con la particularidad de encontrarse a 2.035 metros sobre el nivel del mar, lo que hace de su terroir algo único e inigualable. Así lo pensó el prestigioso enólogo de Pomerol, Michel Rolland, al asociarse con Arnaldo Etchart para explotar 16 hectáreas que se extienden sobre las laderas de la precordillera salteña.
Cerca de las cinco de la tarde, nos esperaba en la finca Marcos Etchart. Como nos había anticipado, era la mejor hora para admirar el paisaje de las viñas que llegan hasta el río Yacochuya, “agua clara” en lengua quechua.
Es un rincón privilegiado de una de las regiones vitivinícolas más altas del mundo. Y es la cuna de oro para dos de los tintos más excelsos del país: el San Pedro de Yacochuya, malbec con un toque de cabernet sauvignon, y el premium Yacochuya, sólo sin adjetivos pero con la mismísima firma de Rolland.
Marcos nos invitó a conocer la bodega. Ni bien ingresamos extrajo de los tanques una copa de malbec para degustar. A 27° C, en pleno proceso de maceración, el color intenso y el tenor alcohólico se imponen todavía sobre el vino.
Rolland y Etchart no se equivocaron al emprender con los tintos en la tierra de los clásicos y distinguidos torronteses, que ocupan 2 hectáreas de la finca frente a las 9 hectáreas de malbec, las 4 de cabernet sauvignon y la restante de tannat.
Originalmente de corte español, el torrontés de Yacochuya se distingue por sus aromas frutales y florales, de sabor seco e intenso en la boca. El San Pedro tinto, 85% malbec y 15% cabernet, presenta riqueza y complejidad, de perfume a frutas rojas y de gran estructura en la boca, con taninos suaves. Para el Yacochuya 2000, basta decir que los expertos enólogos lo definen como un vino complejo, auténtico y personal, voluptuoso, de color intenso y “retrogusto” largo. Hace ocho generosos años que surgieron estos magníficos tintos, marcando un nuevo perfil en los vinos calchaquíes.
Tintos de ley
Sin dejar de balancear la copa en su mano, Marcos nos explicó paso a paso el esmerado proceso.
La bodega tiene una capacidad de elaboración de 90 mil litros y está equipada con la más alta tecnología. Las variedades tintas crecen en viñas espaldero de más de 60 años de edad, regadas por surcos con agua de vertiente. El sol, la amplitud térmica y las características de un suelo bendecido por su riqueza les dan el toque final para hacerlas únicas en su clase.
La cosecha, que va desde la segunda quincena de marzo hasta la primera de abril, se realiza a mano, por la mañana y con bajas temperaturas. En su óptima maduración, las vides se recolectan en cajas de 18 kilogramos cada una. Durante 10 días se deja fermentar y luego, siempre a temperatura controlada, se macera el mosto junto al hollejo por espacio de 4 semanas. En esta bodega, los tanques de acero inoxidable utilizados para tal fin y las cavas reciben el nombre de artistas argentinos, como un singular homenaje que realizan los Etchart.
El siguiente paso es la fermentación maloláctica, que transforma el potente ácido málico en láctico, rebajando así la acidez total del vino. Éste se lleva a cabo en barricas, sin filtrar. Tras este fenómeno natural, el vino se torna más estable y resulta más pulido y “mantecoso”. Después descansa por un espacio aproximado de 15 meses en nuevas barricas de roble francés.
Transitado este largo y delicado camino, tanto al San Pedro como al Yacochuya, hay que rastrearlos en las más selectas vinotecas o cartas de algunos privilegiados restaurantes del país. Porque, premiados y distinguidos por maestros de la enología, los Yacochuya han sabido ganarse el mercado internacional y hacerse conocer como dos de los mejores vinos de la Argentina.
Eminencia contemporánea en la materia, Robert Parker Jr. le dio al Yacochuya 2000 93 puntos, la Wine Spectator le otorgó 91 y la Decanter, 5 estrellas. Orgulloso, Marcos nos comenta los proyectos futuros de la bodega. No es para menos: junto a Rolland, los Etchart seguirán cosechando éxitos con estos magníficos tintos salteños.