Alemanía, con acento en la í, como lo pronuncian los salteños, es un hermoso pueblito de montaña que, olvidado en las clásicas rutas turísticas, aún conserva intactas sus historias de cuando pasaba el tren, de sus endemoniadas fiestas y de sus buscadores de oro. Imperdible.
Todo empezó con el ferrocarril
Ubicado a sólo 100 kilómetros de la capital salteña, Alemanía es hoy un pequeño pueblo casi fantasma (actualmente no viven en él más de 10 familias) que se encuentra entre la capital salteña y la vitivinícola ciudad de Cafayate.
Fue bautizado con el nombre del país europeo en honor a los obreros alemanes que dejaron su aliento en la construcción de un ramal que uniera la capital de la provincia con los Valles Calchaquíes. Este pequeño paraje tuvo su época de gloria entre los años 1916 y 1920, cuando llegó el ferrocarril.
A tan sólo 17 kilómetros al Suroeste de la ciudad de Salta, se encuentra la localidad de Cerrillos, desde donde nacen dos ramales. Uno es conocido mundialmente como Tren de las Nubes (C-14). El otro, no tan famoso, pero mucho más importante y antiguo que el anterior, es el C-13.
La construcción del ramal C-13 obedeció a la necesidad de conectar Salta con la red principal de trocha métrica construida por el Estado, lo que se logró en 1892.
Pocos años después, se vio la conveniencia de prolongar esta vía a través del fértil valle, lo que significó un importante beneficio para la población local y la producción agrícolaganadera. De la misma manera que el pasaje de la quebrada del Mojotoro permitió al ferrocarril acceder al valle de Lerma (Salta), el paso por la quebrada de Las Conchas posibilitaría al riel su ingreso a los valles Calchaquíes, con su principal asiento poblacional en Cafayate.
Hacia allí se dirigió entonces el esfuerzo del Ferrocarril Central Norte. Se estableció que su cabecera sería el pequeño poblado de Alemanía, a partir del cual se podía proseguir mediante diversos caminos hasta Cafayate, donde comenzaban a instalarse los primeros viñedos de uva torrontesa.
Entre los años de 1916 y 1920, Alemanía vivió un esplendor pocas veces visto en un pueblo de montaña.
El far west a la criolla
La construcción del ramal que la unía con Salta, y de todos los otros ramales que pronto vendrían y unirían las provincias del norte argentino con distintos puntos del trasandino país de Chile, hizo que cientos de personas se instalasen en el pequeño poblado para ser parte de la expansión del ferrocarril.
Se dice que las expectativas eran tales que el pueblo se había convertido en un verdadero far west, donde los contratistas y subcontratistas se hacían millonarios cada vez que firmaban un contrato para extender las líneas férreas (todo se hacía a mano y con cuadrillas de decenas de personas) y que las fiestas duraban días en los cuales se disparaban al aire cientos de balas de revólver. El vino en la zona era más fácil de conseguir que el agua potable.
Fue tal la locura y la diversión de aquellos años, que diversos buscadores de oro y plata que se encontraban en Bolivia y el Alto Perú comenzaron a llegar hasta el lugar para dedicarse enteramente al ferrocarril, el nuevo color que había tomado el oro en estas latitudes.
Y que prometía expandirse rápidamente fomentado por el gobierno nacional de aquel entonces.
Este crecimiento desmedido trajo consigo todo tipo de excesos, vicios y placeres mundanos que, rápidamente, le valieron la acusación al lugar y a sus pobladores de haber realizado un pacto con el diablo. Para muchos, Alemanía paso a estar “endemoniado”.
La guerra y la paz
El auge y los excesos llegaron a su fin cuando se desató la Primera Guerra Mundial y se paralizaron las obras.
Allí comenzó el ocaso. Los contratos para extender el tren fueron anulados y las expectativas y grandes inversiones comenzaron a buscar otros destinos.
Ya en 1920 se retomó la actividad ferroviaria, pero esto no benefició a Alemanía y nunca se llegó a concluir la proyectada línea a los valles Calchaquíes.
Sin embargo, los trenes continuaron arribando a Alemanía hasta 1971, fecha en que se interrumpió definitivamente el ramal Cerrillos-Alemanía. Pero ya no era lo mismo.
El pueblo pasó al olvido y quedó abandonado en el tiempo, como un pueblo fantasma. Son tantas las sensaciones que despierta este pueblo, que hoy los turistas pasan horas caminando por sus calles, su vieja estación y sus casas abandonadas mientras charlan con algunos de los pocos pobladores que aún quedan allí.
Hoy, a pesar de que la línea férrea se encuentra dañada por las crecientes de los ríos que la rodean, hay quienes dicen oír todavía las vibraciones de los rieles y el bullicio popular que ocasionaba por esos años la llegada del tren.
Y es cierto, hay lugares donde aún es posible creer en fantasmas.