Con un espacio de poco más que unas cuadras, el Barrio Chino explota de vida y abre sus puertas al diálogo con otras culturas.
Un domingo soleado de primavera decidimos dar un paseo por un rincón del barrio de Belgrano que cada vez recibe más visitantes: el Barrio Chino. Lugar de asentamiento de una parte de la comunidad de emigrados de distintos países del otro lado del mundo, en los últimos tiempos se ha vuelto también destino de los porteños que quieren probar comidas exóticas, comprar artículos relacionados con el Feng shui o simplemente recorrer un lugar extranjero en su propia ciudad.
Realidad y paseo
El llamado “Barrio Chino” no es en realidad un barrio ni responde a una mayoría de emigrados de la República Popular China. Se trata de un espacio de no más de cuatro cuadras cerca de Barrancas de Belgrano que comenzó a ser poblado por taiwaneses que, llegados a la Argentina, buscaron un lugar en el cual reunirse hacia fines de la década del ochenta y principios del noventa.
Junto con la vida de estos emigrados comenzó a florecer un comercio que atendía a sus necesidades, como por ejemplo la famosa Casa China (primer supermercado del “barrio”) y una farmacia y herboristería. Con el tiempo, naturales de otros países también se acercaron. La comunidad creció y se fundaron, por ejemplo, un templo budista y la iglesia presbiteriana Sin Heng.
Hacia comienzos del nuevo siglo, comenzó a darse a conocer entre porteños y turistas de paso por la ciudad, sobre todo por la fama y la concentración de restaurantes de la así llamada “comida china”. No fueron pocos tampoco los que empezaron a aprovechar los supermercados y almacenes de la zona para tener acceso a productos que no conseguían en otros lugares.
Convertido ya en atractivo turístico, se multiplicaron los puestos y negocios de artículos de decoración y feng shui. Los domingos se abren a la calle pequeños carros o ventanas de negocios que venden comida oriental al paso.
Si bien en parte el fenómeno del “Barrio Chino” se armó como atractivo turístico y se montó para los no orientales que querían pasar un rato para saborear culturas extranjeras, la zona mantiene su identidad.
Convivencia
A pesar de lo dicho, no se debe creer que toda la comunidad oriental de Buenos Aires se concentre en cuatro cuadras de Belgrano ni que todos los que viven allí nacieron o descienden de personas que nacieron en el otro extremo del globo. De hecho, la comunidad está integrada a la ciudad en toda su extensión y los vecinos occidentales del barrio conviven en armonía con los orientales.
El arco de la discordia
Parte de la autenticidad del Barrio Chino tiene que ver con que al venir a su nuevo hogar los emigrados trajeron consigo también sus diferencias políticas. En julio de 2009 se instaló sobre la calle Arribeños el Arco Chino, donación de la “comunidad china” a la ciudad de Buenos Aires. Gran parte de la comunidad del Barrio rechaza este arco, tal como indica un cartel colgado sobre el arco mismo.
El problema es que lo que los occidentales engloban como “chino” encierra en realidad una gran diversidad que, por exótica y lejana, muchas veces puede resultarnos ajena e incomprensible. Pero siempre podemos dar un paso para acercarnos y descubrir, por ejemplo, que lo que parece un simple barrio es en el fondo algo mucho más complejo.
Año Nuevo, espacio nuevo
Una (nueva) tradición que cada vez se afianza con más fuerza en Buenos Aires es la celebración del Año Nuevo Chino que, dependiendo del año, se festeja entre el 21 de enero y el 21 de febrero en la calle Arribeños. Orientales y occidentales se reúnen para celebrar y disfrutar de los coloridos festejos.
Pero todo el año, y especialmente los domingos, cualquiera puede acercarse al Barrio Chino y probar una rica comida, conocer un poco más de nuestros vecinos orientales y disfrutar de un paseo diferente.