Rodeado de edificios, en los comienzos de los Bosques de Palermo, el Jardín Japonés se abre como un lugar de otro lugar, un reflejo del otro lado del mundo.
Un domingo en el que el sol prometía ya los primeros días del verano, salimos a pasear por la
ciudad de Buenos Aires y en un lugar tan típico como Palermo encontramos un portal que nos lleva directo al mundo japonés.
Una laguna y mucho verde La puerta del jardín se levanta como una construcción de otra especie, una puerta que no veríamos normalmente en esta ciudad. Pagamos y lo primero que vemos al entrar es verde, mucho verde. A los costados del camino de cemento las plantas desbordan vida y cada tanto encontramos un cartel que nos indica a qué especie pertenece el ejemplar. Pero inevitablemente el centro de este jardín es la pequeña laguna en torno a la cual se organiza el paseo. Puede resultar parecida a cualquier otra laguna de Palermo, pero los puentes pintados de un rojo vibrante nos hablan de costumbres diferentes. Al fondo vemos la casa de té, que termina de transportarnos.