Rodeado de edificios, en los comienzos de los Bosques de Palermo, el Jardín Japonés se abre como un lugar de otro lugar, un reflejo del otro lado del mundo.
Un domingo en el que el sol prometía ya los primeros días del verano, salimos a pasear por la ciudad de Buenos Aires y en un lugar tan típico como Palermo encontramos un portal que nos lleva directo al mundo japonés.
Una laguna y mucho verde
La puerta del jardín se levanta como una construcción de otra especie, una puerta que no veríamos normalmente en esta ciudad. Pagamos y lo primero que vemos al entrar es verde, mucho verde. A los costados del camino de cemento las plantas desbordan vida y cada tanto encontramos un cartel que nos indica a qué especie pertenece el ejemplar.
Pero inevitablemente el centro de este jardín es la pequeña laguna en torno a la cual se organiza el paseo. Puede resultar parecida a cualquier otra laguna de Palermo, pero los puentes pintados de un rojo vibrante nos hablan de costumbres diferentes. Al fondo vemos la casa de té, que termina de transportarnos.
Historia de una relación
El Jardín Japonés nació en 1967. La embajada de Japón lo construyó en el parque 3 de Febrero con motivo de la visita al país de los que entonces eran príncipes herederos Akihito y Michiko, actuales emperadores del Japón. Luego, la embajada donó el jardín a la ciudad de Buenos Aires como testimonio de la gratitud de la comunidad japonesa que vive en el país.
En 1978 la Asociación Japonesa acordó con el gobierno de la ciudad una ampliación y remodelación del jardín y más tarde, en 1981, se aprobó la construcción de la Casa de Té, un lugar de reunión en el que se pudiera ofrecer al público acceso a distintos aspectos de la cultura japonesa. Finalmente, en 1989 se creó la Fundación Cultural Argentino Japonesa con el fin de llevar a cabo esta misión.
Las carpas en el agua
Distintas placas en un rincón del paseo recuerdan las posteriores visitas de los príncipes del Japón al país y todas las personas que cruzamos en los puentes, las islas, los senderos o haciendo cola para sentarse a tomar un té verde con jazmín demuestran que el propósito de este jardín sigue siendo fecundo.
Una de las actividades que más atraen a los chicos es comprar en alguno de los puestos del jardín alimento para darle a las carpas que habitan la laguna. La belleza del jardín y esto bastarían para justificar una visita, pero el Jardín Japonés ofrece mucho más.
Con una agenda muy variada, la Fundación Cultural Argentino Japonesa ofrece gran cantidad de actividades todos los días de la semana: desde cursos y conferencias hasta exposiciones de distintos aspectos culturales de Japón (como el cultivo de orquídeas, la cultura del origami, el manga y el animé), demostraciones de la ceremonia del té, exposiciones de pintura, competencias de Go y muchas cosas más.
No son solo kilómetros los que separan a Argentina de Japón, pero en un jardín de Palermo estos dos mundos parecen sentarse a conversar. Nosotros tomamos por primera vez en nuestra vida un té de trigo tostado.