Museo Mitre

Hoy resulta difícil ver esta construcción del siglo XVIII, que fue la casa de Bartolomé Mitre y su familia, perdida como quedó entre grandes edificios de oficinas y bancos. En una época el centro de Buenos Aires no sobrepasaba la altura de esta antigua casa. De fechada sencilla, guarda parte de la historia del país. Por donde caminaron otros La ciudad de Buenos Aires está constituida fundamentalmente por construcciones al menos relativamente nuevas. No es común recorrer pisos que tengan más de un siglo. Pero el Museo Mitre tiene más de dos y por esas paredes pasaron no solo Bartolomé Mitre y su familia, sino además muchas otras figuras clave de la historia de la Argentina. Afuera el microcentro porteño se sigue agitando con operaciones financieras, trajinar de trajes, concentraciones políticas y demás. Apenas cruzamos el umbral de San Martín 336 encontramos un patio (de esos de antes) y lo que respiramos es otra cosa.

Lo público y lo privado La biografía de Mitre sería muy larga para relatar ahora. Hombre de múltiples inquietudes, y no exento de polémica, su vida estuvo siempre atravesada por la preocupación por el terreno de lo público, desde sus funciones como presidente hasta sus trabajos como historiador o periodista. Esa preocupación por lo público dejó sus marcas en la que fue la casa de su propia familia: desde los salones en los que funcionaron las primeras oficinas del diario La Nación hasta su escritorio en el que lo visitaban las grandes figuras de la época. Un dato curioso que aprendimos al visitar el museo. Mitre se mudó a esa casa en 1859. Al terminar su mandato en 1868, no disponía de suficiente dinero para comprar la casa en la que había estado viviendo. Se organizó entonces una comisión popular que la compró para él como agradecimiento por su servicio público. Siguió viviendo ahí hasta su muerte en 1906. Espacios abiertos y espacios cerrados Desde el primer patio pudimos ver diferentes salas de recepción y estudios. De estilo colonial, la casa se organiza en torno a tres patios abiertos, a los cuales se abren los diferentes ambientes. Por un pasillo pasamos al segundo patio, desde el cual pudimos ver el comedor y ante comedor de la casa, la sala de billar (uno de los pasatiempos de Mitre) y otros espacios. Un hermoso aljibe se levanta en el centro. Más atrás, el tercer patio fue cerrado para convertirlo en salón de conferencias en 1937. Por una escalera, llegamos al primer piso, que fue agregado a la casa original por el hijo de Bartolomé Mitre (Emilio) en 1883. Arriba encontramos otra sala de exhibición del museo, la Biblioteca Americana y los espacios de lo que fueron el dormitorio de Bartolomé Mitre y su escritorio. La Biblioteca Americana que Mitre legó a los argentinos está constituida por los libros y periódicos que fue reuniendo en vida. Especializada en la historia de América Latina, hoy forma parte de la biblioteca del museo y, por tanto, está abierta al público. Caminar sobre las tablas y los cerámicos por los que alguna vez caminó una persona que tuvo el destino del país en sus manos y que hizo su mejor esfuerzo para cambiarlo nos recuerda inevitablemente que él también, prócer que mira desde cuadros y estatuas, fue una persona. Ese secreto es el que nos revela este museo.