Por fuera parece un palacio, pero fue construido como parte de un plan de sanidad para la ciudad. Dentro sigue funcionando el servicio de agua. Un recorrido por un pequeño museo.
Caminando por la Av. Córdoba, al ver este edificio uno se da cuenta inmediatamente de que pertenece a otra época. Extravagante y ridículo para unos, fascinante para otros, el Palacio de las Aguas Corrientes fue símbolo del boato de la generación del `80 y a la vez una pieza clave para la sanidad de una ciudad que estaba entonces en pleno crecimiento.
Casi como una fruta
La construcción parece seguir exclusivamente la lógica del adorno: balcones, colores, florituras, imágenes de terracota. Descansando sobre una manzana entera, hace más de cien años que forma parte de Buenos Aires. Lo que muchos tal vez no saben es que fue levantada con un fin práctico: el emplazamiento de nuevos tanques de agua para abastecer la ciudad.
Su inauguración fue en 1894, pero su construcción había empezado casi diez años antes. De estilo ecléctico, cruza entre la arquitectura del Segundo Imperio francesa y ciertos aires centroeuropeos y renacentistas, se encuentra recubierta por más de 300.000 piezas de terracota.
Adentro y afuera
En su centro, sin embargo, se encuentran 180 columnas metálicas dispuestas en damero para funcionar como soporte de la estructura que en los tres pisos superiores contenía doce tanques con una capacidad total de 72.000 toneladas de agua potable.
La construcción de este edificio respondía a una clara necesidad de la ciudad de un mejor sistema de saneamiento, de cara al crecimiento y la modernización en los que ya se había embarcado Buenos Aires. Sin embargo, a la hora de armar el proyecto, tuvo mucho peso también la idea de que todo el lujo y los avances que se hacían en la ciudad (en su mayor parte, esfuerzos subterráneos) tenían que tener al menos un punto visible y ostensible para que tanto ciudadanos como visitantes pudieran admirar.
Con ese espíritu se construyó el Palacio de las Aguas Corrientes.
Detalles de la modernidad
En la actualidad el Palacio sigue funcionando como una de las sedes del servicio de agua y saneamiento de la ciudad. En él hay oficinas y centros de atención. Sin embargo, haciendo caso de la historia del edificio y el patrimonio con que cuenta la institución, en el primer piso se abrieron algunas salas en las que funciona el Museo del Patrimonio.
En él pudimos ver desde planos y maquetas hasta reconstrucciones de antiguas oficinas, enormes válvulas de agua, antiguos artefactos de baño y griferías. Los carteles informativos brindan una perspectiva más amplia y aportan datos sobre el sistema de saneamiento de la ciudad y su evolución.
Este museo puede resultar atractivo para quienes se interesen por estos aspectos más puntuales o técnicos. Sin embargo, aporta también un acercamiento casi íntimo al pasado de la ciudad y de quienes vivieron en ella. Resulta curioso comprobar que hace poco más de cien años las comodidades que hoy damos por sentadas eran una novedad, casi un lujo, y nos hace pensar en cómo sería la vida de aquellos que vivieron antes que nosotros.