Por fuera parece un palacio, pero fue construido como parte de un plan de sanidad para la ciudad. Dentro sigue funcionando el servicio de agua. Un recorrido por un pequeño museo.
Caminando por la Av. Córdoba, al ver este edificio uno se da cuenta inmediatamente de que pertenece a otra época. Extravagante y ridículo para unos, fascinante para otros, el Palacio de las Aguas Corrientes fue símbolo del boato de la generación del `80 y a la vez una pieza clave para la sanidad de una
ciudad que estaba entonces en pleno crecimiento.
Casi como una fruta La construcción parece seguir exclusivamente la lógica del adorno: balcones, colores, florituras, imágenes de terracota. Descansando sobre una manzana entera, hace más de cien años que forma parte de Buenos Aires. Lo que muchos tal vez no saben es que fue levantada con un fin práctico: el emplazamiento de nuevos tanques de agua para abastecer la ciudad. Su inauguración fue en 1894, pero su construcción había empezado casi diez años antes. De estilo ecléctico, cruza entre la arquitectura del Segundo Imperio francesa y ciertos aires centroeuropeos y renacentistas, se encuentra recubierta por más de 300.000 piezas de terracota.