A escasos minutos de la ciudad de Buenos Aires, el Tigre y su delta nos internan en un paisaje natural en el que la espesura del monte es abrazada por los distintos canales de agua rojiza.
Una despejada mañana otoñal partimos desde el aeropuerto Jorge Newbery, terminal sur, a bordo de un helicóptero hacia la localidad de Tigre. Por la ribera del Río de la Plata, la brújula de la aeronave marcaba el rumbo norte.
Un viaje corto y directo, pero sin desperdicio, nos mostró cómo de a poco los altos edificios se iban transformando en barrios residenciales y en clubes náuticos. Vicente López, Olivos, Martínez y San Isidro nos mostraron sus verdes parques y paseos. También pudimos divisar el recorrido del Tren de la Costa, la Catedral de San Isidro y lujosos barrios privados.
De repente, el ancho Río de la Plata se angostó para transformarse en el río Luján. La gran urbe se desvaneció y la espesa selva afloró ante nosotros. Ríos y canales con agua del alto litoral se convirtieron en el atractivo principal del vuelo.
Pintorescas embarcaciones, lanchas colectivas, yates y veleros navegaban bajo nuestros pies por los ríos Paraná, Capitán, San Antonio y Luján.
Paradores, bares y restaurantes mostraban una infraestructura preparada para recibir y atender a visitantes y turistas. A lo largo del río Capitán observamos gran cantidad de casas quintas. Construcciones tradicionalmente isleñas, con sus respectivos muelles, se suscitaban a lo largo del canal, dejando entrever un estilo de vida muy tranquila, cercano a ciudad pero como si se hubiera quedado en el tiempo.
Ya retornando por el río Sarmiento, llegamos a la confluencia del río Luján. Ahí la concurrencia y tránsito de embarcaciones era más fluida. Como broche final, antes de retornar a Aeroparque, sobrevolamos el tradicional Mercado de Frutos, con sus dársenas, negocios de artículos regionales y el Parque de la Costa.