El Palacio de Justicia, una fachada que muchos conocerán a través de la televisión, abre sus puertas para que todos podamos conocer el lugar donde funciona el máximo tribunal del país y a la vez apreciar un edificio emblemático de la ciudad.
Frente a la plaza Lavalle, en la Ciudad de Buenos Aires, se levanta uno de los edificios fundamentales de la Argentina: el Palacio de Justicia, sede de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Su función lo vuelve un espacio interesante, su arquitectura y su historia lo vuelven un lugar de especial atractivo para quien se encuentra de paso por la ciudad o para cualquier porteño que decida explorar un poco más su ciudad.
Como parte de un proyecto de puesta en valor turístico del patrimonio de Buenos Aires, el Gobierno de la Ciudad, en acuerdo con la Corte Suprema, ha abierto la posibilidad de realizar visitas guiadas al palacio para que el público pueda acceder a este patrimonio. Previa inscripción telefónica, nos encontramos un viernes en el Hall de Entrada del palacio para realizar el recorrido.
Desde la fachada el edificio se nos presenta como algo imponente. Cargado de columnas, ventanas, capiteles, decoraciones, símbolos y arcos, el Palacio de Justicia resalta su propia importancia. La visita prácticamente empieza antes de entrar a este edificio de líneas rectas y estilos diversos.
En el Hall de Entrada, por supuesto, nos recibió una gran estatua de casi tres metros de alto que representa a la Justicia. Se trata de una obra de Rogelio Yrurtia, escultor argentino que planteó su propia versión de cómo debería verse la Justicia. A los costados del salón, las tablas que representan la Ley terminan el conjunto.
Todo el edificio, que fue proyectado a principios del siglo XX, sigue el estilo del academicismo francés. Encontramos unidas columnas neoclásicas con decoraciones rococó, todo regido por la más rigurosa simetría y salpicado de símbolos que remiten a la idea de justicia.
La visita por el palacio nos llevó a conocer lugares fundamentales del edificio, como el Salón de los Pasos Perdidos, el Patio de Honor y hasta el salón del máximo del tribunal. Mientras recorríamos cada espacio (patios abiertos y majestuosos, salas de audiencias y salones más íntimos), los guías encargados del recorrido nos fueron contando la historia del edificio y la historia de la Corte Suprema. A la información también se sumaron algunas reflexiones y hasta citas literarias que permitían que el visitante tuviera unos instantes para absorber la importancia de lo que estaba viendo.
Pero el Palacio de Justicia no es importante solo por su belleza arquitectónica, sino también por el peso de la historia que atravesó sus pasillos. Sobre todo en las salas de audiencias nos pudimos detener, incluso sentarnos en los bancos de madera, en el lugar exacto donde se ejerce la justicia. Visitamos, por ejemplo, la sala en la que se llevaron a cabo los juicios por el caso Cromañón, donde tuvo que instalarse un vidrio blindado entre el lugar del público y el de los magistrados.
Cerca del final del recorrido, entramos al corazón del Palacio de Justicia: el escritorio en el que se reúnen y realizan sus fallos los miembros de la Corte Suprema. Mientras la guía nos explicaba la función de ese lugar, pudimos tocar el respaldo de esas sillas de cuero, sentimos la alfombra roja espesa bajo nuestras suelas. No se trata de un atractivo turístico, es el lugar en el que vive la República y la Constitución Nacional, guardián de los derechos de los ciudadanos.
Una visita al Palacio de Justicia implica mucho más que la oportunidad de conocer con más profundidad el patrimonio histórico de Buenos Aires. Al visitar este palacio, estamos recorriendo el lugar en el que vive la justicia.