Gracias a la constante ruptura del glaciar en esta zona de estancias, es abundante el alimento para las truchas y logran un buen peso, que varía entre uno y cuatro kilogramos.
La pesca deportiva tiene un lugar preponderante en El Calafate y es habitual que los guías habilitados ofrezcan sus servicios para salir un día entero a disfrutar de la actividad. ¿No tiene equipo? Ellos lo proveen.
De acuerdo a lo arreglado el día anterior, nuestros guías nos pasaron a buscar por la cabaña cuando el día apenas apuntaba. Subimos a su vehículo 4x4 y recorrimos unos 60 kilómetros hasta llegar a las proximidades del glaciar Perito Moreno y, mientras pasábamos por estancias magníficas, escuchábamos historias y anécdotas alucinantes del vasto Sur argentino.
Los caminos esteparios cambiaron a lo largo de los kilómetros por zonas de flora y fauna abundante. A pesar de haber desayunado antes de partir, hicimos una parada para dar cuenta de un refrigerio, ya que la mañana sería larga e intensa. Mientras degustábamos nuestro café, los guías prepararon los equipos que luego usaríamos.
Al arribar a la zona prevista, estudiaron los lugares donde había pique. Su experiencia se vio reflejada en los primeros aprontes con la caña de mosca y si bien no “pincharon” ninguna trucha, notamos que su actividad era intensa.
Comenzamos a mosquear en medio de un silencio casi perfecto, que le dio una magia muy particular al momento. De vez en cuando oíamos un sonido desconocido que llegaba desde lejos; eran las paredes del glaciar que caían al agua produciendo primero un fuerte estruendo y luego un eco que se repetía varias veces. Los rayos del sol se reflejaban en los hielos eternos y en el agua multiplicando la luminosidad del ambiente.
Al mediodía, mientras seguíamos con nuestros intentos de pesca, los organizadores prepararon un almuerzo al disco que despedía un aroma prometedor, hasta que nos llamaron para acercarnos. Comimos unos exquisitos bifes de chorizo con ensalada y degustamos un vino tinto especial. Habitualmente, si alguien ya pescó, el almuerzo se ve engalanado con una trucha.
Después de la sobremesa, algunos aprovecharon para hacer una corta siesta y los demás seguimos probando suerte para sacar la mejor trucha del día.
En esa tranquilidad propia de la Patagonia y mientras visitábamos las distintas bahías que allí forma la costa, se nos hicieron las 7 de la tarde casi sin que nos diéramos cuenta. El contacto con la naturaleza y la posibilidad de sacar una trucha steelhead (una de las más luchadoras) nos entusiasmaron. Nacen en el río y migran hacia el mar, donde desarrollan un porte interesante debido a la alimentación que encuentran allí. Ya adultas, regresan río arriba a desovar. Por algo son las preferidas de los pescadores entendidos y muy especialmente de aquellos extranjeros que no las hallan en otros medios acuáticos.
Se utiliza equipo pesado de mosca con líneas 8 o 9, shooting de hundimiento IV y moscas de gran tamaño. Si se emplea caña de spinning, las cucharas deben ser de tipo voladoras y plomo para que accedan al fondo de los pozos, donde habitan las steelhead.
Volvimos cansados, con una trucha arcoiris cada uno en su haber y sabiendo que nuestra próxima excursión nos llevaría al Lago Argentino y los ríos Bote y Santa Cruz para probar suerte junto a la empresa que nos llevó en esta ocasión.