Paso a paso, la escalada al cerro Colorado es una opción interesante para probar las propias energías mientras se descubren sensaciones en medio de la naturaleza.
El trekking de montaña es una actividad que cuenta con muchos adeptos y en San Martín de los Andes el cerro Colorado es uno de los más visitados, tanto para hacer cumbre como para la práctica previa a otros ascensos más difíciles.
Un grupo de entusiastas nos reunimos al pie del Colorado liderados por “Palito” Gatica, quien nos llevaría a la cima con marcha tranquila aprovechando las buenas condiciones del tiempo. El cerro se sitúa justo frente a la Piedra de Trompul, emblemático promontorio rocoso de unos 800 m.s.n.m. dentro de territorio mapuche.
En la charla previa, Palito nos había comentado que existen varios caminos posibles para ascender y que tomaríamos el que se inicia en un bosque pequeño al lado de la ruta. Allí los notros suelen estar en flor, de fuerte color rojo, si realizamos la excursión durante el mes de diciembre.
Desde lejos la cima se destaca por su forma cónica y por el color rojo del material volcánico que compone su suelo.
Nos dirigimos al arroyo que baja del cerro Colorado y sobre la ladera derecha del cañadón buscamos la huella para iniciar la caminata y ganarle a los 1.000 metros de desnivel que existen entre pie y cima. Nos esperaban dos horas y media de trekking a un ritmo medio.
Fuimos avanzando por un bosque de lengas que en el primer tramo tenía sus troncos firmes y erectos pero que iban perdiendo forma a medida que ascendíamos. Cuando superamos los 1.500 m.s.n.m., las lengas se veían achaparradas producto de las nevadas continuas que modifican su estructura por el peso y el tiempo que las cubren.
Las hojas de la lenga y del ñire en otoño tornan su color hacia el rojizo intenso y los cobrizos, y ofrecen una montaña muy vistosa para contemplar o fotografiar.
Cerca de la cima, tuvimos que caminar por algunos sectores con algo de nieve, que pudimos transponer sin inconvenientes. Si el ascenso se realiza en octubre o noviembre, hay que prever polainas, pantalones impermeables tipo esquí y bastones (pueden suplantarse con cañas que se encuentran en el recorrido) como parte del equipo.
Al llegar a la cumbre, confirmamos que el suelo es de un color rojo intenso formado por piedra de origen volcánico. Qué decir del paisaje: el imponente lago Lácar por un lado y el Lolog por el otro, con el marco de la inmensa cordillera de los Andes, que mostraba algunos de sus picos nevados.
El viento hizo que no pudiéramos quedarnos mucho tiempo pero fue lo suficiente para entonar un canto que habíamos preparado para la ocasión y para tomar las consabidas fotos que mostrarían a nuestros amigos y familiares la experiencia que estábamos viviendo.
El retorno en descenso se realizó por el mismo camino y al llegar al pie del cerro hicimos un alto antes de regresar hacia la ciudad para comentar la hermosa jornada que habíamos compartido. En total fueron cinco horas que nos tomó el ascenso y el descenso.
Nuestros cuerpos sentían el esfuerzo pero también se llevaron el perfume de la vegetación que impregnó nuestra ropa. La jugosa charla técnica con Palito nos comprometió para una futura salida.