Remar es una tarea energizante y proporciona placer físico y espiritual. En grupo, pasa a ser un divertimento muy placentero.
Muy cerca de San Martín de los Andes, existe la posibilidad de deslizarse a ras del agua en alguno de los lagos vecinos y pasar una jornada inolvidable. Junto a amigos de la náutica a remo, convinimos una salida para navegar en varios botes. Realizamos la práctica en el Machónico y el Pichi Machónico junto a un instructor local, con condiciones meteorológicas muy buenas.
Luego de recorrer en auto unos 30 kilómetros por la ruta de los 7 Lagos, el Machónico apareció ante nuestros ojos, sereno, de un color azul verdoso impecable. Unos metros más adelante un sendero de tierra nos llevó hasta su costa.
Luego de preparar con prolijidad cada uno de los botes y distribuir bien los pesos, subimos a ellos con nuestro propio equipaje: una mochila que contenía lo esencial para pasar el día.
Con todo listo, esperamos la orden de nuestro instructor y partimos. El silencio de la mañana y el nuestro ocupó los primeros metros de la navegación. Mientras veíamos cómo el terreno se alejaba, nos sentíamos livianos tras cada movimiento de la pala del remo dentro del agua.
Una vez en el centro del lago, los reflejos fueron más intensos y los perfiles montañosos parecían contener esa gran olla acuosa. Recibimos instrucciones de mantenernos juntos durante el itinerario hasta el momento del descanso.
Mate con bizcochitos
En una playa de arena extensa hicimos un alto para compartir una merienda; repusimos fuerzas y aparecieron los comentarios lógicos de la excursión. Lo que más nos impactaba era la pasividad del lago y esa sensación de acariciar el agua con cada impulso.
Cuando todos estuvimos preparados, nos embarcamos nuevamente para ingresar al río Hermoso, que une ambos espejos de agua. Muy zigzagueante, con las costas de vegetación muy verde, se necesitó de la mayor aplicación de todos para sortear su delineado desparejo.
Al tomar contacto con el Pichi Machónico nos impactó por bonito y escondido. Como su nombre mapuche lo indica, es pequeño y casi desconocido ya que está ubicado en una zona sin conexión con las rutas turísticas.
En un rincón costero espléndido compartimos lo que cada uno había llevado en sus mochilas y fue otro momento que no olvidaremos. La amistad, el compañerismo y la buena onda afloraron como resultado del entusiasmo que todos habíamos puesto en este deporte bien sureño.
El guía aprovechó para darnos una charla técnica y ampliar así lo que cada uno sabía de la actividad. Corrigió algunas de las posturas personales, como enderezar la columna y aprovechar la fuerza de las piernas en cada brazada. También, puño derecho por debajo del puño izquierdo e introducir solo la punta de la pala del remo para impulsar mejor la embarcación durante la remada.
Cuando regresamos al punto de inicio, nos ocupamos de dejar los botes en condiciones para la próxima salida, ya que así son las reglas del juego.
Para los remeros avezados y para los que recién empezábamos, la experiencia fue muy valiosa. Observamos entre otras cosas que si bien se rema de espaldas, el paisaje de frente es tan bello como lo es el posterior.