Cuando llueve en Villa Gesell y ya no quedan lugares sin conocer, lo mejor es alejarse un poco. Cariló puede ser el sitio ideal para disfrutar con lluvia.
Llueve en Villa Gesell y conocemos tanto la ciudad que no nos queda mucho por hacer.
Por eso, cuando salió la oportunidad de ir a conocer Cariló no dudamos un segundo en visitarla para perdernos en su pequeño centro comercial, tomarnos un café en su golf club o simplemente disfrutar de los caminos y la arquitectura de sus casas.
Desde Villa Gesell son menos de 20 los kilómetros que separan a ambas ciudades, tan iguales en cuanto al mar que comparten pero tan distintas a la hora de la muestra escenográfica que proponen.
Cariló es una palabra de origen mapuche que significa "médano verde" y desde su fundación, en la que comenzó a poblarse de turistas que iban en busca de una playa distinta, se propuso ser uno de los balnearios top de la costa atlántica. Cuando llueve, Cariló se convierte para muchos en la ciudad que alguna vez fue, como que vuelve a sus orígenes. Las calles de arena se mojan por completo y, aunque para nada impiden el paso vehicular, logran que las disfrutemos de una manera distinta a lo habitual. Mirar casas es uno de los placeres divinos de quien visita Cariló y desde la ventanilla de un automóvil las gotas de la lluvia no impiden para nada disfrutar de este placer terrenal.
La arquitectura de Cariló tiene como pilares a la madera y la piedra, pero en los últimos tiempos hay nuevas construcciones modernas donde el aluminio y el vidrio se hermanan con la belleza del bosque, por lo que podría decirse que a Cariló toda casa le queda bien.
La casa Grunwald (que en su momento tenía ovejas pastando su propio techo de pasto) fue el ícono de Cariló durante mucho tiempo. Hoy a este lugar emblemático reconstruido por completo se suma un pequeño centro comercial que lo tiene todo y que invita al visitante a disfrutarlo tanto de día como de noche.
Dejamos el centro comercial y nuevamente seguimos divisando casas ocultas entre los árboles. Este respeto por la naturaleza logró hacer de Cariló un lugar único y respetable, donde el visitante sabe de antemano con qué se va a encontrar.
Nos pusimos como destino llegar hasta el parador Hemingway, otro de los puntos emblemáticos de la ciudad, y desde allí divisar la tormenta en el mar mientras cenábamos o tomábamos algo. El ritual dice que quién llega hasta allí no puede dejar de pedir un plato de rabas y un buen vino blanco, y a partir de ahí ver todo con otros ojos.
Otro clásico es la “Ensalada Hemingway”: una exquisitez con choclo, champiñones, pollo, chauchas, arroz azafranado, palmitos y queso parmesano, que se acompaña con un champagne bien helado. En este caso, el conductor designado por los presentes no fue quién escribe, por lo que la vuelta a casa hasta Villa Gesell también fue placentera.
Ya había dejado de llover y la noche comenzaba a mostrar sus estrellas. Pero eso era un detalle. Con lluvia, Cariló sigue siendo uno de los mejores escapes para salir a hacer algo distinto cuando se veranea en Villa Gesell.