Aunque muchos no se animen a este tipo de paseos, conocer los cementerios nos permite aprender de otras lógicas distintas a las que vivimos hoy. El cementerio de la Recoleta ofrece un viaje al pasado.
Todos los días del año, miles de turistas recorren la ciudad de Buenos Aires y cientos se dan cita en el barrio de la Recoleta. Un clásico de este lugar es visitar su cementerio, el cual permite a los visitantes, guías mediante, entender la Argentina desde un lugar jamás imaginado.
El cementerio de la Recoleta se ha transformado en una necrópolis reconocida debido a las personalidades que descansan allí y a la compleja arquitectura que presentan sus calles y fachadas internas.
Allí se pueden ver las más variadas obras escultóricas, de diferentes estilos y épocas. Un claro ejemplo de su valor artístico es que más de setenta de sus bóvedas fueron declaradas Monumento Histórico Nacional.
Ubicado en la calle Junín 1790, el cementerio se encuentra en un predio que cambió varias veces de dueño. Al principio de su historia, las tierras fueron cedidas por Juan de Garay a Rodrigo Ortiz de Zárate en 1583. Bautizado con el nombre popular de Los Ombués, estos árboles formaban parte del terreno y aún hoy algunas descendientes de esas plantas forman parte de la naturaleza del lugar.
Luego, las tierras pasaron por manos de distintos propietarios, como el matrimonio de Fernando de Valdez e Inclán y doña Guerrera y Hurtado, quienes donaron parte del predio para levantar un convento.
Más tarde, los terrenos fueron comprados por Juan de Narvona, quien mandó construir una iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar, en 1732. Tanto la iglesia como el convento fueron administrados por los monjes recoletos.
Por esos años, la costumbre era enterrar a los muertos en los fondos de templos y capillas, pero dado el aumento de población que comenzaba a tener la ciudad de Buenos Aires, se hizo necesario habilitar un cementerio.
Así fue que, bajo el mando del brigadier general Martín Rodríguez, los monjes recoletos fueron expulsados de estas tierras por una reforma general del orden eclesiástico y el huerto, las tierras aledañas a la iglesia y el convento se convirtieron en el primer cementerio público del país.
Decisión polémica, finalmente el cementerio se inauguró el 17 de noviembre de 1822 y en 1881 el presidente de la Municipalidad (Marcelo Torcuato de Alvear) ordenó una remodelación que se mantiene hasta hoy.
Entre las personalidades famosas que allí descansan se encuentran: Domingo F. Sarmiento, María Eva Duarte de Perón, Luis Federico Leloir y José Hernández.
El recorrido histórico permite una mirada distinta y fascinante del pasado, cuando el sentido y el valor de la muerte eran muy distintos a los que hoy se tienen.