Avenida Corrientes y Anchorena, pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. La gente va y viene, los autos y colectivos no se dan tregua. Las imágenes parecen proyectarse en cámara rápida. Sin embargo, y casi de repente, el entorno comienza a transformarse.
En un abrir y cerrar de ojos, las calles se pueblan de personajes arrabaleros que buscan el mango haciendo cualquier changa; desde los interiores de las casas de inquilinato y conventillos suenan tangos que se mezclan con voces que pronuncian palabras en diferentes idiomas y dialectos. Pareciera que los relojes comenzaron a atrasar unos cien años.
Así es la atmósfera que se vive en el barrio cada vez que, organizado por la Asociación Cultura Abasto y el Abasto Plaza Hotel, un grupo de actores realiza los recorridos temáticos junto con turistas y vecinos desprevenidos con el fin de mostrar -de forma muy original- cómo fue el barrio y parte de la historia de una ciudad.
El paseo comienza en las puertas del shopping, cuando unos canillitas, con sus trajes y sombreros típicos de comienzos del siglo XX, reparten diarios que anuncian noticias olvidadas por la mayoría y que nos remontan a los días de guapos, “cafishos” y “bacanes”.
Caminamos por la calle Anchorena y, justo al llegar al pasaje Zelaya, se cruza una mujer italiana que, recién llegada de Europa, increpa a una joven, pispireta y atractiva, que vive en su mismo conventillo. La acusa de seducir, con su gracia e inocencia, al marido que trajo desde el otro lado del océano Atlántico. Las vemos perderse cuando dan la vuelta a la esquina, mientras imaginamos aquellas disputas por hombres, mujeres, costumbres y orígenes que fueron la materia prima con la que se formaron la cultura y la identidad porteña.
A pocos metros de allí, sobre la puerta del bellísimo Hotel Boutique Carlos Vía, ubicado en Lavalle 3119, una pareja baila el tango al ritmo del bandoneón que ejecuta magistralmente Raúl, uno de los muchos músicos que participan de este evento.
Un niño lustra las botas de un varón que, quizá, llegó al Abasto para conquistar a una jovencita o para entablar un contacto con algunas de las mujeres que a metros de allí muestran sus largas piernas y sugieren mucho más.
Flores, frutas, carne. De todo se vende en los improvisados puestos que semejan los del viejo mercado de Abasto, devenido en uno de los principales centros comerciales de Buenos Aires. Hombres, mujeres y niños se pelean por una imaginaria clientela que, entre divertida y fascinada, observa el espectáculo que los transporta en el tiempo.
El recorrido nos lleva al genial y colorido Paseo del Fileteado para luego llegar a la casa de Carlos Gardel, ubicada en Jean Jaures 735, hoy convertida en uno de los museos más visitados por turistas locales y extranjeros.
Apoyada sobre su bastón, doña Berta Gardes, madre del gran “Carlitos”, escucha en su radio a galena la fatal noticia y estalla en llanto: su hijo ha sufrido un accidente aéreo en Colombia. El público aplaude la composición de la mujer, que transmite su desconsuelo a cada uno de los que estamos en la casa.
Mientras el público ya se encuentra definitivamente en aquella Buenos Aires de sainetes, milongas y tangos, el paseo va concluyendo. Es el momento en el que los actores reparten hojas entre los turistas. Unos y otros, antes de ajustar nuevamente los relojes y regresar al presente, entonan “El día que me quieras”, uno de los himnos de nuestro Abasto.