La historia de Ana Frank

Llegamos al Centro Ana Frank, en el barrio porteño de Belgrano, una tarde de sol. Nada parecía más lejos que Holanda y la Segunda Guerra Mundial. Habíamos leído que la Fundación Ana Frank, con la colaboración de un grupo de voluntarios argentinos, había establecido este centro en una casa donada para continuar el trabajo de la fundación en la Argentina. Entramos para conocer un poco más.

En la puerta fuimos recibidos por uno de los voluntarios, un chico de unos dieciocho años que, siempre muy amable, se ofreció a llevarnos por la casa. Empezamos en la planta baja, donde una muestra didáctica recorre la historia de la Alemania nazi y la Segunda Guerra Mundial y, en paralelo, la historia de la familia Frank y el diario de Ana.

El nombre de Ana Frank se ha fijado en la memoria colectiva de entre las millones de víctimas de la Solución Final aplicada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial porque esta adolescente alcanzó a escribir, durante los casi dos años que vivió escondida en una fábrica, un diario en el que relataba su vida. Una vez terminada la guerra, Otto Frank, el padre de Ana, publicó ese diario en forma de libro, que llegó a conocerse como El diario de Ana Frank.

La historia de Ana interesa tanto por lo que ella tiene para contarnos como, también, como reflejo de muchas otras historias, otras vidas que tuvieron el mismo final que ella. El Centro Ana Frank Argentina intenta preservar la memoria de ese pasado y mantener abierto el debato sobre la discriminación y la persecusión.

Con imágenes, fechas y fragmentos de testimonios, fuimos reviviendo en detalle el ascenso de Hitler al poder, el avance de la discriminación hacia judíos y otros grupos minoritarios, el desarrollo de la guerra. También, la vida de la familia Frank, primero en Alemania y después en Holanda; una familia normal que se vio obligada a esconderse en una fábrica para intentar escapar de los campos de concentración.

Después de este recorrido, visitamos el primer piso de la casa, donde se llevó a cabo una reconstrucción de algunos de los ambientes donde vivió escondida Ana. Pudimos estar en dos habitaciones que se parecían mucho a las que habíamos visto en fotografías en el piso de abajo.

El Centro Ana Frank también quiere promover la reflexión en torno a la discriminación y la persecusión. Por eso, se llevan a cabo actividades didácticas y la casa cuenta también con una sala que recuerda la historia de la Argentina durante la década del ´70.

Aunque uno conozca la historia de lo que ocurrió durante la Segunda Guerra y lo que le ocurrió a Ana Frank, el centro nos permite recorrer parte de un pasado que es más próximo de lo que pensamos.

Durante su charla, nuestro guía mencionó más de un ejemplo de distintos visitantes que al recorrer la casa compartieron con los voluntarios su propia historia familiar: anécdotas que sus padres les contaron de cuando escaparon de Alemania, recuerdos del momento en el que fueron liberados los campos de concentración. Aunque se haya escuchado la historia muchas veces, sigue siendo impactante el momento en el que uno se encuentra parado en el cuarto que repite aquel en el que Ana escribió su diario.

Atrás, en el jardín de la casa, se encuentra plantado un retoño del castaño que Ana miraba desde la ventana de su escondite, que más de una vez menciona ella en sus escritos como un símbolo de esperanza.