Palacio de la Jefatura y la Casa de Cultura

En la esquina de Bolívar 1 encontramos la puerta por la que entramos para realizar nuestra visita guiada por la Jefatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Salones oficiales y grandes escalinatas. Era domingo y no había casi nadie en el edificio.


Banderas, escudos y mucho más

Comenzamos nuestra visita por los símbolos patrios. En el salón de entrada, en una mesa vidriada, pudimos ver una bandera argentina de ocho metros que se cuelga del mástil de Plaza de Mayo en fechas históricas. La guía nos explicó el significado de los escudos (el original y el actual) de la ciudad de Buenos Aires.

A través de una muy antigua pintura de retablo aprendimos el significado del nombre que tuvo originalmente esta ciudad (Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Aire) y subimos hacia el Salón Blanco, lugar protocolar. En el camino, vimos el que se considera el único verdadero retrato de José de San Martín y un gran óleo de Benito Quinquela Martín.

Construcciones y pasajes

Mientras dejábamos atrás la parte más nueva del edificio de la Jefatura, la guía nos explicó que aquel edificio (que fue construido para cumplir la función que aún cumple) consta de dos partes, a la más antigua de las cuales nos dirigíamos a través de un pasillo.

Pasamos frente a oficinas gremiales, distintos despachos cerrados, y finalmente llegamos a un patio interno de estilo claramente español. Cada una de esas puertas funciona como despacho los días de semana.

“El edificio se construyó con materiales de la casa Zuberbuler, que fue derribada con la ampliación de la Avenida de Mayo. Esto fue muy criticado por la sociedad de la época. Fue el primer reciclaje”, nos contó la guía.


Materiales de acá y de todas partes

Dejando el patio, pasamos por el único pasillo que lo une hacia la Casa de la Cultura, el edificio adyacente, donde actualmente funciona el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad.

Este edificio (inaugurado en 1898) fue encargado por José Clemente Paz para instalar allí el diario que había fundado décadas antes y que en aquel momento era el tercero más importante del mundo: el diario La Prensa.

Encargado a arquitectos franceses, la estructura y los materiales del edificio se trajeron en barco desde Francia. Sus fachadas son las únicas en el país que responden al estilo Garnier.

El edificio, de estilo marcadamente francés, está ricamente decorado y plagado de simbología masónica ya que su dueño, el señor Paz, pertenecía a la logia. Los pisos de mosaicos, las paredes y techos con estucos, no hay rincón en el que no valga la pena detenerse.


Paz, palabra, prensa

Imbricada en la decoración encontramos repetidas veces la letra “P”, síntesis del espíritu iluminista de Paz, que significa: paz, palabra, prensa.

Por este lugar pasaron figuras internacionales de gran renombre, quienes incluso se alojaron en las habitaciones de este edificio cuando fueron invitados al país para ofrecer conferencias. Algunos de ellos fueron Albert Einstein y Giacomo Puccini.


El salón muy dorado

Uno de los espacios centrales del edificio es el llamado Salón Dorado. Réplica de habitaciones del palacio de Versalles, en este lugar daban conferencias las figuras invitadas y fue aquí donde el escritor argentino Jorge Luis Borges dio su primera conferencia. En la actualidad este espacio sigue en uso.


La sirena de la historia

La historia quiso que el que alguna vez fue un diario enorme finalmente cerrara sus puertas. El edificio atravesó muchos vaivenes antes de terminar en manos del gobierno de la ciudad.

Pero mientras funcionó el diario, el edificio contaba con una sirena en su terraza, que la redacción hacía sonar cuando quería avisarle a la población que algún acontecimiento trascendental había ocurrido. Entonces los transeúntes podían acercarse a las vidrieras del edificio y leer en grandes encabezados las últimas noticias del país y del mundo.

Hoy el edificio es un espacio de todos y vale la pena conocerlo y aprovecharlo.