En el antiguo edificio de la Bolsa de Comercio, en el corazón del microcentro porteño, abre sus puertas el Museo Histórico y Numismático, dependiente del Banco Central de la República Argentina.
No podemos tener acceso al tiempo que pasó, pero de ese pasado quedan restos que todavía hoy nos hablan. En un lugar inesperado encontramos la puerta de entrada a una faceta de la historia de la Argentina: la de la moneda y, con ella, la de la historia política que forjó el país.
La moneda no siempre estuvo
La sede del actual Museo Histórico y Numismático José Evaristo Uriburu (h) fue construida originalmente en 1862 para funcionar como la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. En 1989 pasó a ser sede de este museo, que había sido inaugurado en 1941 y recibe su nombre de quien fuera su vicepresidente, el hijo del presidente de la República.
Su misión es coleccionar, exhibir y custodiar las monedas que circularon en el país (y en algunas partes de Latinoamérica) desde mediados del siglo XVI hasta la actualidad, así como los billetes y diferentes elementos técnicos que intervienen en su fabricación.
Sin embargo, la muestra se abre con una vitrina en la que se exhiben algunos de los elementos que se usaban en la América precolombina para el intercambio. Eran épocas de trueque en las que no había una autoridad que sancionara un valor universal. Los americanos comerciaban, por ejemplo, intercambiando granos de cacao, pequeños caracoles o hachuelas de cobre.
Todas las caras de la moneda
Las primeras monedas que se exhiben datan del siglo XVI y fueron acuñadas a mano con el oro y la plata extraídos de las minas de México y Perú. Entonces buena parte de América del Sur era controlada por la corona española y las monedas muestran los perfiles de los reyes de España quienes, con los laureles imperiales, miraban a sus súbditos incluso desde los bolsillos.
Con la llegada de la independencia al Río de la Plata, los motivos en las monedas cambian. Ya no hay perfiles sino escudos, cañones de guerra y frases claramente inspiradas en la Revolución Francesa. “Libertad y unión” reemplazó las cabezas coronadas.
Más adelante, podemos ver el conflicto entre unitarios y federales reflejado en sus billetes. Los papeles moneda comenzaron a fluir en cada provincia en un país que no contaba con metales propios para producir su moneda. Recién hacia 1880 el Estado nacional cobra suficiente poder para imponer una sola moneda en todo el territorio.
Del detalle al todo
Desde entonces, seguimos la historia del país fundamentalmente en papel. De la unificación al primer peso argentino. Del billete con la efigie del Progreso al billete peronista con la imagen de la Justicia que no lleva una venda en los ojos. La multiplicación de los ceros. La aniquilación de los ceros. El peso Ley 18.188, el austral. El peso otra vez y la convertibilidad.
Los vaivenes del país pueden verse en su moneda. Y podría hablarse de muchas cosas más: de los retratos que fueron apareciendo, los paisajes, la incorporación de la fauna autóctona, los monumentos.
Una de las sorpresas de este museo es descubrir cuánto puede saberse de un momento histórico a través de un simple dibujo en un papel. Como tantas, esta es una puerta para conocer ese pasado que hizo de la Argentina lo que es hoy. Unos instantes antes de salir, pensamos en el momento en el que los billetes que traíamos en la billetera serían también ya parte de la historia.