Los deportistas aprovechan las intensas ráfagas de viento local para realizar sus prácticas en una de las playas mejor acondicionadas de la costa atlántica.
A lo largo del extenso balneario de Rada Tilly, cuando las corrientes de aire acompañan, la orilla del mar se viste de colores y fiesta; el espectáculo lo proporcionan los fanáticos del carrovelismo.Nos acercamos a la costa cuando la bajamar estaba en su plenitud y su ancho fluctuaba entre los 400 y 600 metros. Nos sorprendió la algarabía y la cantidad de gente que disfrutaba de la velocidad de deslizamiento que desarrollaban esos pequeños vehículos.
Logramos hacernos un espacio entre el público para apreciar de cerca a esos intrépidos pilotos que realizan la actividad a pocos centímetros del suelo. Viajan casi acostados sobre un frágil espacio sostenido por tres ruedas neumáticas y despliegan un velamen de gran porte que deben orientar de acuerdo a los vientos. Se requiere gran habilidad para manejar esos elementos sobre la arena húmeda y desarrollar hasta 180 kilómetros por hora.
En un aparte, varios participantes reunían sus equipos, dispuestos a participar de la siguiente regata, y hacia ellos nos dirigimos para saber algo más. Nos comentaron que las actividades se realizan durante todo el año, especialmente desde octubre hasta enero, cuando acompañan las mejores condiciones. También, que es un viejo deporte que ya se practicaba en la época de los faraones y que un deportista belga llegado a estas tierras fue quien impulsó el desarrollo de esta destreza. En Rada Tilly se disputan regatas nacionales e internacionales en la categoría F3, que reúne a carros de 3 metros de trocha y 7,35 metros de vela.
Luego de una tarde a pleno sol y aventura, dejamos la playa y los acantilados que cierran la villa. Era la primera vez que disfrutábamos de esta actividad, nos alegró haber participado de una reunión deportiva distinta y con gran participación de adeptos.