Cabalgata en Establecimiento La Petrona

Muy cerca de Esquel, realizamos un paseo por el Valle Chico montados sobre un suntuoso caballo de puestero para apreciar las maravillas naturales que guarda la región. Para efectuar este desestresante recorrido, contratamos los servicios en una agencia de turismo, que nos brindó la posibilidad de recorrer el sector.

El encargado de las cabalgatas nos pasó a buscar por el lugar que le habíamos indicado y nos trasladó hasta el establecimiento La Petrona, desde donde se parte con la expedición que puede durar entre dos y tres horas, según la exigencia del visitante.
El establecimiento es una típica estancia patagónica en la que se siembran hortalizas, se trabaja el ganado, en especial con ovejas, y se desarrollan actividades relacionadas con el agro-turismo o turismo de estancia.

Mientras que el encargado buscaba los caballos, el dueño del lugar nos convidó con unos ricos mates con tortas fritas para atenuar la espera. Al conversar con la gente, en seguida notamos el trato amigable que caracteriza a las personas que viven en el campo y que brindan todo lo necesario para que el visitante se sienta como en su casa.
También observamos una práctica de esquila con tijeras, como lo hacían los legendarios esquiladores, y aprendimos acerca de las distintas técnicas y cortes que mejoran la calidad de la lana.

De pronto, vimos los caballos ensillados y a la espera de ser montados. Las personas que brindan este servicio han puesto especial énfasis en la calidad de los aperos de montar, para otorgar la comodidad necesaria para esta clase de itinerarios, que presentan interminables subidas y bajadas con pendientes estrepitosas.

Comenzamos el recorrido al tranco del animal. El encargado nos fue hablando de la flora y la avifauna que se encuentra en el sector mientras trepábamos una importante colina. Al llegar a la cima, sentimos el viento acariciando nuestra frente y vimos una inmensa cadena montañosa que circunda el lugar. Desde esa altura, divisamos el casco de la estancia, que parecía una minúscula maqueta.

Seguimos el recorrido, ahora al trote del caballo, mientras observábamos el cerro Colorado, el cerro Nahuel Pan, el cerro de la Cruz y los cordones montañosos Situación y Esquel. Descubrimos las distintas tonalidades de las rocas que conforman esas magníficas paredes y observamos que todas tenían en sus picos nieves eternas.

Nos sorprendió la variación de la vegetación de un lado y del otro: nos encontrábamos inmersos en el “ecotono”, un ecosistema de transición en donde confluyen la selva o bosque valdiviano con la estepa patagónica. En el lugar que recorríamos encontramos matas de calafate y al mirar hacia abajo observamos un verde y fecundo mallín repleto de novillos que pastaban.

Esa pradera nos invitó a que la recorriéramos y comenzamos a descender. Llegamos al sitio en donde el momento y la situación se prestan para el galope. Corrimos y los vacunos asustadizos se dispersaron. Luego de unos metros, disminuimos la marcha para pasar por un bajío con agua, nos salpicamos un poco, pero la emoción y la sensación de libertad parecían minimizar las incomodidades.

El silencio, la paz y las bellezas naturales que conocimos nos dejaron atónitos, simplemente disfrutamos del lugar montando el hermoso animal.
Llegó el momento de emprender el regreso hacia el establecimiento para culminar la cabalgata; al llegar, les dimos agua a los caballos y los soltamos en sus respectivos corrales. Salieron corriendo con sus crines al viento, agradecidos por recuperar su independencia.

Nos despedimos de la gente del lugar e iniciamos la vuelta a la ciudad. Tuvimos la sensación de que algo en nosotros había cambiado.