Un lobo marino de oro

En un lugar privilegiado del umbral de entrada del nuevo centro cultural, el lobo dorado puede avistarse desde muy lejos y cuenta con una historia rica en imaginación y ejecución.

Recubierto de láminas metálicas doradas, un lobo de mar gigante, símbolo emblemático de Mar del Plata, se acomoda en las puertas del Museo de Arte Contemporáneo. Creado para la inauguración de ese espacio cultural en el que se desarrollan todas las expresiones artísticas, es más que una estatua.

¿Arte efímero o arte perpetuo? La pregunta puede tener mil respuestas si la artista que lo imaginó y concretó es Marta Minujín. Dotada de una versatilidad y creación infinitas, renombrada por su constante rebeldía, se inició en los años sesenta en la ciudad de Buenos Aires junto a otros vanguardistas.

Desde su obra inaugural, “La Menesunda” en el Instituto Di Tella, que paralizó a la capital de la república, hasta la actualidad, la creadora no ha detenido su potencial imaginativo, provocador. Ella sugería mirar el arte desde un ángulo más sensorial y, a través de varias habitaciones, se vivían acciones y emociones de distinto tipo en las que era imposible dejar de involucrarse.

Así, llega a Mar del Plata en 2013 para impactar con una obra monumental a partir de dos figuras representativas de la ciudad: el lobo de mar y los alfajores marplatenses por excelencia.

  • Una obra impactante

    Una obra impactante

  • Marta Minujín

    Marta Minujín

  • Versatilidad y creación infinitas

    Versatilidad y creación infinitas

  • Los alfajores marplatenses por excelencia

    Los alfajores marplatenses por excelencia

Los primeros bocetos tuvieron como modelo las moles de piedra que se encuentran en la rambla. Luego había que encontrarle la vuelta para ver cómo armar una estructura lo suficientemente fuerte para soportar las láminas de metal que forman parte de la “piel” del lobo marino, más los envoltorios de alfajores sostenidos sobre estas.

Todo se pudo concretar y finalmente llegó el día en que Minujín presidió el acto de desarmar el exterior de su obra y entregar a cada uno de los presentes una cubierta de alfajor, y así compartir su pieza artística. Hasta ese momento, lo efímero.

Pero allí no terminó todo. Posteriormente, una vez que quedó a la vista la cubierta metálica que recubre al lobo, los diez metros de altura de esa figura magnífica comenzaron a brillar con su color oro original. A partir de ese momento, el arte duradero tomó partido.

Esta expresión artística y popular de la multifacética y vertiginosa Marta Minujín quedó depositada para siempre en ese ángulo del museo. Como ella misma expresara: “¡El arte sana, cura, salva y es eterno!”.

Autor Mónica Pons Fotografo Pablo Etchevers

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