Es claro con sólo pararse frente a la fachada de la que fue la casa de Rogelio Yrurtia que lo que vamos a entrar a ver no es solamente un museo dedicado a la obra de un escultor.
Lo que tenemos es casi dos museos en uno: por un lado el edificio que alberga esculturas y estudios de Yrurtia; por otro, el edificio mismo, una construcción neocolonial con mobiliario original que bien vale una visita por sí mismo. Todo este museo vive en esa tensión.
Español y austero
Apenas atravesamos ese sorprendente dintel con una influencia muy clara del barroco español, entramos en un espacio que hoy puede parecernos extraño. Por un lado esta fue la casa en la que vivieron Rogelio Yrurtia y su familia, entramos en su intimidad. Por otro, lo primero que vemos es un gran fragmento de una escultura, que reproduce parte de un cuerpo humano y sobrepasa la altura del visitante.
Hacia el fin de su vida, el propio Yrurtia donó su casa y todo lo que había en ella para que se exhibieran al público. La Casa de Yrurtia continúa esa misión y no solo nos acerca la vida y obra del escultor (complementando lo exhibido con carteles informativos), sino también la de su familia y amigos, como por ejemplo uno de los primeros cuadros de Pablo Picasso que Yrurtia compró estando en España, que se exhibe junto a una copia de una carta que Picasso le escribió a su “amigo Yrurtia”.
Oscuro y recargado
Una de las cosas que puede sorprendernos al recorrer esta casa es comprobar cómo vivía la gente en otras épocas. La casa de Yrurtia, si buen puede resultarnos imponente y muy atractiva, no genera una impresión de comodidad ni de intimidad. Las casas antes eran otra cosa.
Por ejemplo, al observar el espacio que funcionaba como comedor y que se conserva tal como lo utilizaba el propio Yrurtia (con los muebles y adornos originales, al igual que en el resto del museo), encontramos que sus sillas eran poco más que tablones oscuros y angostos puestos en un ángulo muy rígido. Ahí comían todos los días. Esto, claro, nos habla de otras épocas en las que se vivía siguiendo otros parámetros.
Nos sorprendió, otro ejemplo, la impactante escalera de madera casi negra que lleva al segundo piso de la casa, al cual no pudimos acceder. Todo en la casa tiene una fuerte marca de lo español, con infinidad de detalles que vale la pena encontrar.
Monumental y alegórico
Aparte y entre los espacios reconstruidos de la casa, por todas partes encontramos dispersos obras y estudios realizados por el propio Yrurtia, desde esculturas gigantescas que ocupan prácticamente una habitación hasta fragmentos de manos o torsos.
Rogelio Yrurtia, un destacado escultor, es muy conocido para el público argentino, probablemente sin que lo sepa. Suyos son, por ejemplo, el Monumento a Bernardino Rivadavia, que se encuentra en el centro de la plaza Miserere (en Once), el grupo escultórico “Canto al trabajo”, ubicado frente a la facultad de Ingeniería de la UBA en Paseo Colón e Independencia, y el Monumento a Manuel Dorrego, en la esquina de Viamonte y Suipacha.
Incluso para aquellos que no son admiradores de la obra escultórica de Rogelio Yrurtia, este museo tiene mucho para ofrecer.