Las lagunas de toda la provincia de Buenos Aires guardan, junto al Río de la Plata, idénticas sensaciones para el pescador deportivo.
Sólo hay que buscar un bote y remar o encender un pequeño motor y navegar hasta el punto en que los ojos lo crean conveniente. Y anclar cuando el bote se encuentra estabilizado y cuando se tiene la certeza de que ha llegado el momento de armar el aparejo de tres boyas si estamos en invierno, o la tradicional línea de flote de un anzuelo grande si la pesca se desarrolla en los meses cálidos del verano. O línea de fondo si se busca la boga. Todo vale...
Sucede que más allá del pez que se busque, la pesca siempre se desarrolla con las mismas inquietudes e incertidumbres, como si fuera la primera vez. Las expectativas y las ilusiones se vuelven vírgenes, y pareciera que el niño que todos llevamos dentro se apodera del hombre y lo invita a soñar con el gran pez, que aunque no se sabe dónde ni cuándo, se encuentra en algún lugar, esperándonos.
Y así, en escenarios naturales y con actores de carácter y personalidades múltiples, que no son otros que los pescadores y los peces, la pesca nos propone el juego de ver quién engaña a quién. Juego que termina cuando la luz del sol se oculta y es el momento de volver a tierra firme para ver si la jornada resultó exitosa o no tanto.
Es entonces cuando el ego del pescador sube montañas y hace cumbres si algún gran ejemplar puede pasar a formar parte de nuestras anécdotas o vivencias personales. O por el contrario, cuando en busca de una razón lógica, hacemos cómplices del fracaso a los vientos, a las mareas e incluso a una pobre luna llena que no ha estado con nosotros en ningún momento del día pero que se encuentra allí para impedir nuestro éxito.
Así somos los pescadores: los últimos idealistas y románticos de un mundo desencantado en el que aún hoy buscamos, en cualquier espejo de agua, que una sirena nos llame del otro lado de la línea...
Si existió alguna vez un escritor argentino que logró plasmar en una simple hoja y con verdadera maestría la filosofía del pescador de laguna y del río De la Plata, ese fue el genial Haroldo Conti. Su obra maestra, Sudeste, es el fiel reflejo de una vida dedicada al Delta, a observar sus olores y colores, sus aguas y tiempos, sus riquezas y pobrezas, sus actitudes y bellezas. Y por supuesto, a su gente, a sus islas y a sus peces.