Si bien la polémica existe -las voces a favor y en contra son numerosas- se podría afirmar, y no sin fundamentos reales, que esta modalidad pone en duda su esencia deportiva, ya que el pescador sólo debe esperar que el pez se clave. El secreto está en quién maniobra la embarcación, más que en quién sostiene la caña.
Pero si de efectividad se trata, con esta modalidad se han obtenido los portes más grandes.
En el trolling, el pescador arroja el señuelo al agua, que puede ser fijo o articulado y, mientras la embarcación navega a marcha lenta, lo deja tomar suficiente distancia para que éste se aleje. Cuando el señuelo se encuentra a unos cincuenta metros, el pescador procede a trabar su reel frontal o rotativo para que la tracción del avance de la embarcación haga "trabajar" correctamente al señuelo, con los movimientos ondulantes y giratorios para los cuales fue diseñado.
Esta modalidad de pesca se practica con los salmónidos, en los grandes lagos de nuestra Patagonia, y en los ríos del litoral, sobre todo en el río Paraná, en busca de los grandes dorados y surubíes.
La caña debe ser para pescar embarcado, preferentemente de grafito, de 2 a 2,5 metros de longitud, apta para lanzar hasta 30 gramos con reel frontal o rotativo, con capacidad de 150 metros de nylon de 0,25 a 0,40 milímetros, según la especie a capturar. Este es el equipo utilizado generalmente por la gran mayoría de los aficionados al trolling.
En general, se utilizan los mismos artificiales que para el spinning, pero en tamaños más grandes.
Los señuelos de cuerpo articulado con grandes paletas -su tamaño determina la profundidad de natación del artificial- son los más indicados, ya que los peces más grandes se encuentran en las zonas más profundas, esperando a sus presas.
Los colores de los artificiales, que son muchísimos, varían según los gustos del pescador.