Entre la pintoresca Villa Gesell y la hermosa ciudad de Mar del Plata se encuentra el faro Querandí. Una zona agreste, ventosa y de un mar profundo a escasos metros de la playa, que es conocida como "el territorio de los tiburones".
La pesca se realiza desde la orilla y los pescadores llevan sus líneas mar adentro con la ayuda de motos de agua o remontando barriletes y/o globos. El pescador debe informarse o conocer los horarios de las crecientes y bajantes de las mareas. Cuando éstas son altas, los tiburones se acercan a la costa y se los captura a tiro de caña. Incluso en muchos casos, cuando el mar se retira, quedan varados en la arena de la playa, esperando la vuelta del mar para regresar a zonas profundas. Este espectáculo se repite a menudo en la zona y casi siempre es contado por los pescadores locales que deambulan por estas playas en busca de los verdaderos tesoros que ocultan sus aguas.
Sólo hay que esperar que la chicharra del reel empiece a sonar para comenzar una lucha inolvidable. El tiburón comienza a sacar cientos de metros de línea y se dirige mar adentro. En ese instante hay que dar un doble cañazo para que el anzuelo se clave en la dura boca del pez. Cuando éste se siente pinchado, comienza el show: el escualo puede llegar a luchar durante horas hasta quedar totalmente extenuado con tal de no resignar su libertad.
A medida que el pescador logra arrimarlo a la costa, los últimos minutos se vuelven interminables y, más allá del resultado final -que el pez huya cortando la línea o que el pescador logre arrimarlo a la playa- lo importante es que se trata de una pesca con tensión, emoción y adrenalina difícil de olvidar.
El equipo que se utiliza está compuesto por varas enterizas 8 y 9 junto a los reels rotativos Penn Sennator en tamaños 4/0, 6/0 y 9/0, cargados con nailon de 0,60 y 0,70 milímetros de buena calidad. Los anzuelos, del número 10/0 a 14/0, pasan a colgar de un leader de acero de 200 libras que viene de la línea madre, que en muchos de los casos está armada con soga. Para tener una idea, las líneas se encuentran reforzadas en todas sus uniones con cinta, de modo de evitar cualquier dentellada del tiburón cuando intenta zafar del engaño... y vaya si lo intenta. De carnada se usan calamares, caballas, lisas y anchoas.
A esta zona se llega en Jeep o en vehículos 4 x 4, lo que agrega un condimento a la pesca: la aventura. Y realmente, transitar por estas playas lo es. El mar en estas costas presenta una particularidad que salta a la vista de cualquiera que lo observe. No existe, como en la zona que va de San Clemente del Tuyú a Villa Gesell, la formación típica a la que estamos acostumbrados los turistas: primer banco, primera rompiente, primera canaleta, segundo banco, segunda rompiente, segunda canaleta y así sucesivamente. En estos pesqueros sólo es observable una pequeña rompiente y enseguida una gran canaleta en forma de olla, lo que muestra un mar diferente al conocido. A pocos metros de la costa hay profundidades superiores a los cuatro metros y, en algunos casos, a los diez. Se trata de verdaderos pozos, por lo que los peces que se acercan están acostumbrados a las aguas profundas, y el rey no es otro que el tiburón.